jueves, 29 de noviembre de 2007

MAGDALENA NO SERÁ LAPIDADA




La ministra Magdalena Álvarez no será lapidada. Parece ser que también va a librarse de los cuarenta latigazos preceptivos, y no como la maestra Gillian Gibbons, que tuvo la mala idea de bautizar con el nombre del Profeta a un vulgar osito de peluche. Caso sorprendente, porque en los países islámicos que yo conozco, llamarse Mohamed, o sea, Mahoma, es algo así como llamarse Pepe por estos andurriales.
Nuestro particular consejo islámico – parlamentario ha librado de chiripa a la infeliz ministra de sufrir pena aflictiva y se ha limitado a humillarla y cubrirla de denuestos en la propia sede del tribunal.
A mi la gestión política de doña Magdalena no me interesa en este momento, porque ignoro su grado de responsabilidad en las calamidades ferroviarias de Cataluña. Esto de la responsabilidad de los políticos en los desastres técnicos y administrativos está fuertemente sujeto a la ley de la relatividad, como queda patente en lo que está sucediendo en Madrid con el sonado caso “Guateque”. La teoría y práctica de “llamarse Andana” parece asignatura de curso obligado en el abecedario del político astuto.
Lo que me parece innoble es el despeñadero en que se va precipitando la práctica parlamentaria de este País. Cada vez se confunde más la crítica con el insulto y la descalificación. Y esto de los modos y maneras no es cuestión trivial; máxime en una sociedad que prácticamente se conduce por cuestiones de imagen. Nos pasamos la vida lamentando que el ciudadano cada vez se aleje más de la política y aplique un rasero general para todos los partidos, y tal vez no reparamos en que ese descrédito lo están labrando en gran medida quienes convierten el Parlamento en una bronca de rufianes.
Los diputados y senadores tienen que hacer una seria autocrítica sobre el particular, porque se están jugando a los chinos una de las bazas más sólidas de una democracia. Y debo añadir que, como en todo, hay grados, y que la palma en las malas maneras la tiene hasta el momento el banco de los Populares. Exceptis excipiendis, claro está.

sábado, 24 de noviembre de 2007

¿POR QUÉ TENEMOS QUE AGUANTARLOS?



Me atrevo a asegurar con un escaso margen de error que al señor Alcaraz y su cuadrilla les importan un bledo las víctimas del terrorismo; tanto como a los dirigentes del PP, que jalean y se apuntan a las asonadas que periódicamente hemos de soportar los españoles.
Tampoco creo que discrepen tanto de la política gubernamental contra ETA y sus cómplices (nada de entorno, que suena a eufemismo). En realidad, es difícil que alguien proponga otra línea de acción en este peliagudo asunto; excepto, claro está, si nos adentramos en el terreno de la barbarie fascista y contemplamos la posibilidad de resucitar la pena de muerte (oxímoron) o la de entrar con el ejército en el País Vasco. Claro que ni estos exaltados se atreven a proponer directamente tales disparates.
Creo que ni AVT ni PP tienen propuestas claras sobre una política distinta. Sólo proclaman que no hay que negociar con ETA, precisamente en momentos caracterizados por la ruptura de cualquier género de contacto con los terroristas.
La actividad de agitación desarrollada por estas “víctimas” apunta descaradamente a cargarse el Gobierno de Zapatero, lo que aún resulta más evidente en estas fechas preelectorales. La utilización política del terrorismo y sus víctimas por parte de la derecha se muestra como una completa evidencia; tanto como lo es el cinismo que supone haber acusado a los socialistas de ser ellos quienes emplearon el argumento para ganar unas elecciones.
Lógicamente, el frentismo que plantean los convocantes a las movidas patrioteras ha hecho salir de sus cubiles a las múltiples alimañas ultraderechistas que en ellos yacían, y ahí las tenemos perfectamente alineadas con sus naturales compinches de la derecha institucional.
Comprendo que un estado democrático ha de caracterizarse por una tremenda manga ancha, por una paciencia de santo Job ante la demasía política; incluso la de los agitadores profesionales, que es lo que realmente parece ser Alcaraz.
Sin embargo, a título personal, digo que me resulta difícil de soportar la presencia pública de esta caterva de insultantes aulladores. Es una cuestión visceral, lo confieso.
Nota bene: la ilustración representa al Tartufo de Molière. Me parece muy a propósito.

martes, 20 de noviembre de 2007

LOS COWBOYS DE KAURISMAKI




Desde hace un par de meses tenemos en funcionamiento un pintoresco cineclub, que se llama “El Cine Moderno”. Lo maneja básicamente mi retoño Guillermo, con la colaboración de un par de amigotes y con mi parca aportación de abuelito Cebolleta. Las proyecciones se realizan en nuestro estudio de la Calle Minas, de Madrid (Malasaña) y contamos con el apoyo de la Escuela Municipal de Arte Dramático de la Villa y Corte.
El nivel de asistencia (obviamente gratuita) oscila entre las veinticinco y las tres personas, similar al que obtienen en la película los Leningrad Cowboys de Kaurismaki, objeto de este breve comentario. Entre el mentado Guillermo y el industrioso Diego Jimeno han fabricado una pantalla grande con listones y una tela especial (14 € aroximadamente), que se estabiliza mediante sendas botellas de agua colgadas de la base. ¿A que suena a tiempos pretéritos?
Creo que nuestra indiferencia por la programación ordinaria en los circuitos no menos ordinarios nos condujo a emprender la aventurilla, y también nuestra preocupación por la pérdida de cultura cinematográfica entre la muchachada, a manos del mercado cinematográfico. O, simplemente, es que nos apetecía divertirnos; más bien esto último.
Ayer, lunes, vimos “Leningrad Cowboys go America”, una película de Aki Kaurismaki rodada en 1989 y lo pasamos en grande. El cine rara vez ha sido capaz de incorporar una estética del absurdo con fortuna; parece anclado en lenguajes prediluvianos, en mi opinión, y Kaurismaki constituye una evidente excepción a esta penosa regla. Con una sobriedad y un desenfado tremendos sabe tirar por la calle de en medio en esta película de carretera repleta de gags y caracterizada por una interpretación asombrosamente buena. ¡Qué actores tan buenos y tan bien dirigidos, ese tonto del pueblo no tiene precio!
Como lo mío no es la crítica cinematográfica, me limito a recomendar la película. Ya iré contando otras monerías acaecidas en “El Cine Moderno”.

domingo, 18 de noviembre de 2007

VELANDO LAS ARMAS




Hoy, domingo 18 de noviembre de 2007, en medio de un frío de mil pares de demonios, compruebo con horror y aflicción que nuestros candidatos a las elecciones generales de marzo de 2008 comienzan a velar las armas; vamos que acaban de soltar el chupinazo para la llamada precampaña, que en realidad es una campaña electoral prolongada.
¡Maldita sea mi estampa!
Esto quiere decir que nos esperan cuatro meses de rifirrafe electoral y que eso no va a haber quien lo aguante.
Las inevitables secuelas de paralización administrativa son un mal menor, si se comparan con el horrible tedio que podemos llegar a padecer los electores.
Yo creo que los ciudadanos más o menos informados, los que le echan un vistazo a la prensa y se tragan los telediarios, ya tienen bastante claro el perfil de los contrincantes, así que maldita la falta que les hace verse sumergidos bajo la marea. Y los menos informados no votarán, o votarán al buen tuntún, dependiendo del humor que lleven ese domingo, o de las últimas incidencias en la climatología, en la bolsa o en cualquier otro factor aleatorio.
Así que no tenían que tomarse tantas molestias, se lo digo de corazón. Porque, encima, los candidatos se van a pegar un palizón tremendo, yendo de la ceca a la meca y chupándose mítines, reuniones, comparecencias ante los medios... ¡Qué fatiga, mi madre!
Anden, ¿por qué no se lo piensan y retrasan el folclore hasta dentro de dos o tres meses? Miren que lo agradeceríamos de corazón.
Si, por ejemplo, un servidor ya sabe que votará a la izquierda, de verdad que por mi no tienen que esforzarse tanto. Si hasta le sigo siendo fiel al Estudiantes, aunque no gane un puñetero partido en todo lo que va de temporada...
En fin, allá ustedes, pero esa salud hay que cuidarla y nuestra paciencia, pues también.

viernes, 16 de noviembre de 2007

PAELLA DE ACERO INOXIDABLE


Resulta que vienen a comer a casa (la casa del pueblo, Pelahustán)unos amigos a quienes había prometido una paella de verduras. Como mi paella es demasiado pequeña, pido prestada una más grande a una encantadora vecina. ¡Desastre! pese a lo cuidado del trabajo culinario, control del fuego y demás, me sale un punto de arroz intratable.
Sollozo.
Pese a todo, se la comen y me consuelan.
¿Qué ha sucedido?
Cuando friego el recipiente resulta que era... ¡De acero inoxidable! Ahora me lo explico todo. NO SIRVE.
Sólo sirven las paellas de hierro de toda la vida. ¡Guerra a las paellas de acero inoxidable!

PRIMERA COCINILLA


Me gusta mucho la cocina, así que voy a iniciar en este blog una serie de artículos sobre el particular. Unas veces serán mejores las recetas e ideas y otras, no habré dado en el clavo. Para comenzar, voy a pasarles a ustedes un venturoso hallazgo culinario. Se trata de:
ALBÓNDIGAS DE PESCADO CON NÍSCALOS
Se dio el caso de que tenía unos níscalos, pero, para mi vergüenza, esta vez había tenido que comprarlos, en vez de capturarlos personalmente en franca lid. Pero eran buenos, ¡qué diablo! Miré dentro del frigo y comprobé que allí reposaban plácidamente unos filetes de merluza fresca y ocho o diez gambas y otros tantos mejillones. Podía ser el comienzo de una hermosa amistad.
Procedí a pelar las gambas y preparé con las cáscaras, una zanahoria y medio puerro el consabido caldo de pescado, al que, si lo deseamos, podemos llamar “fumet” para orgullo y satisfacción de las gambas y demás ingredientes. Posteriormente añadiría al calducho el agüilla de abrir los mejillones. Ya tenemos la base para la salsa.
Ahora tenía que preparar la masa de las albóndigas y así lo hice: piqué a cuchillo unos trescientos gramos de merluza y todas las gambas, arrojé sin piedad este pescado al vaso de la batidora y añadí un huevo (de campo, que yo tengo esa suerte), media cebolla fresca, un vasito de leche, un poco de perejil y algo de sal. ¡Frrrrrstzzzz! (sonido de la minipimer al desmenuzar la mezcla) Obtenido un punto de trituración idóneo, vierto en un bol el viscoso producto y añado unas cucharadas de pan rayado, con el objeto de dotarle de mayor consistencia. Dejo reposar.
A por la salsa, muchacho: frío en aceite de oliva (poco, el justito) dos dientes de ajo laminados y lo hago con fuego suave para que el ajo suelte lo suyo y no se queme. Añado un par de cucharadas de harina y remuevo para que no queden grumos y la harina se tueste... Un cazo y medio de caldo de pescado y un vasito de vino Chiclana (más suave que el Jerez) y a remover y dejar hervir suavemente.
Tenía ya preparados tres níscalos grandes, que pico en trozos no demasiado pequeños y los meto en la salsa un buen rato; pero hete aquí que ya tenía la picada de azafrán, perejil y sal, que remojo con un poco de salsa y añado. Un hervorcito y salsa lista.
A freír las albóndigas, que armo y enharino para que soporten con estoicismo el aceite a gran temperatura que las aguarda. Son muy sufridas, pero no hay que abusar.
Por último meto las albóndigas fritas en la salsa y les atizo un hervor o dos, no más. A reposar un poco.
Mi señora esposa llega de trabajar y le ofrezco el plato. Lágrimas de gratitud. Funcionó.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

EL GUATEQUE


Dice el concejal Cobo que ningún edil, alto cargo, paniaguado digital ni asesor de a seis mil euros mensuales tenía la más pajolera idea de lo que estaba pasando en el Ayuntamiento de Madrid con esto de las comisioncillas por agilizar trámite. ¡Caramba, que no eran astillas, sino troncos o vigas!
Había unos funcionarios, colegas, parientes y bienhechores que se lo estaban llevando crudo desde hacía más que meses y sus superiores no se coscaban. ¡Vaya por Dios!
Cualquiera que haya intentado la apertura de un local en la Villa del Oso y el Madroño ha sufrido en sus carnes la implacable demanda de requisitos mil para echar a andar el invento, demanda que se traducía inexorablemente en unos costes descomunales:
- Veamos, bienaventurado: ¿cuentas con retrete para perros caniches?
- Di, angelito, di: ¿cómo andamos de evacuación vía aérea para casos de bombardeo talibán?
- A ver, rey mío: ¿la pendiente de escenario se corresponde al azimut mesmeriano elevado a pi por ene?
- ¡Ay, ay, ay, monín! ¿Y la ventilación asistida para vicetiples afónicas? ¿A que en eso no habías caído, chato?
Claro que, una vez enjugadas las lágrimas pertinentes, el técnico de marras te informaba de que todas esas carencias se podían solventar mediante contrato con una empresa competentísima que él mismo te podía recomendar, por ejemplo. En el caso que menciono (le pasó a un amigo mío, como se suele decir) el afligido empresario decidió tirar la toalla, antes que pasar por las “arcas” (que no “horcas” caudinas). Y mira que podía haber sido un teatrillo bien majo, ahí mismo, en el barrio de Tetuán.
Desde luego los altos cargos no sabían nada de nada, secundum Cobo. Y hago constar que yo me lo creo a pies juntillas. Lo digo y lo repito.
Y no es broma, porque los señores Concejales del Ayuntamiento de Madrid, hoy Delegados, con sus numerosos adláteres y vicarios, viven en la convicción de que son políticos de altos vuelos y no se desplazan a visitar un urinario público si no es en coche oficial y con un séquito de tropecientasmil personas.
Se supone que el poder municipal hubiera de caracterizarse por la proximidad a la realidad más inmediata, habría de ser el más próximo al ciudadano y digo que también un fiel custodio de la administración que le fue encomendada. Pero nada de eso sucede. Todos están inmersos en la alta política y rara vez pisan terrenos viles y vulgares, como averiguar a qué se dedican los funcionarios y cómo rulan sus servicios municipales.
Así que pasa lo que pasa y sucede lo que sucede. Desde luego que estaban en las nubes, vaya que sí.

martes, 13 de noviembre de 2007

TIRARSE AL MONTE


La política internacional es normalmente muy aburrida. Cualquiera que haya participado en un foro político internacional convendrá conmigo en que el sentimiento dominante entre los que allí participan es el del aburrimiento, el tedio. La gente guarda las formas hasta tales extremos, que es casi imposible adivinar la intención real de sus discursos. Desde el famoso zapatazo de Kruschev, casi nunca se ha visto una anécdota pintoresca o llamativa en ese tipo de conferencias. Personalmente he tenido el discutible honor de sestear numerosos encuentros internacionales de diversa índole y a lo mejor respiro por la herida, así que ustedes dispensarán.
Por eso me encantó el incidente de Chile, cuando el ciudadano Chaves se soltó el pelo, Don Juan Carlos se puso bravo y Zapatero, a su modo, echó su buen cuarto a espadas. Por eso no participo en absoluto de la opinión leguleya y ordenancista de quienes deploran, lamentan o ponen en mesurada tela de juicio las actuaciones de este novedoso trío de la bencina.
Creo que los ciudadanos nos sentiríamos mucho más próximos a la política si sus dignos gestores le echaran un poco más de salero, algo más de humanidad. Hombre, no quiero decir que hayan de andar siempre a la greña, pero sí que se atuvieran un poco a lo de Quevedo: “¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de pensar lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
Probablemente este desparpajo verbal evitara crispaciones de mayor calado, quiero decir, mala leche.
Así que me parece una memez eso de que ahora haya que retirar el Embajador de Venezuela, en plan princesas agraviadas, cuando las relaciones con ese país son vitales para España en multitud de asuntos. Eso sí que sería tirarse al monte de mala manera. Pero es que los proponentes de tal disparate diplomático ya nos tienen habituados a actitudes trabucaires en casi todo: en lo de la lucha contra el terrorismo, en lo del juicio del 11M... En todo.
Pero vuelvo a lo mío: un poco más de chispazo directo en la política y menos abucheo y vítor parlamentario, ¡qué diablo!

miércoles, 7 de noviembre de 2007

¿A QUIÉN PUEDO INJURIAR?


Me consta de modo fehaciente que no puedo quemar fotos del Rey, cosa que no me inquieta, porque me parece una idiotez y una pérdida de tiempo. Es aún más tonto que aquello de la farsa de Ávila, cuando una serie de nobles cabreados patearon una efigie de Enrique IV; ya que al menos esa acción sí arrojó, aunque efímeros, algunos frutos políticos. Pero lo cierto es que, si a uno le da por quemar fotos (¿Valen las caricaturas?) de Juan Carlos I, se la puede buscar bien gorda; como si cae en el error de hacer unos monigotes que representen una pareja real copulando, ya que los polvos borbónicos son una cosa muy seria y no se puede andar de coña con ellos.
Mi escasa, por no decir nula, formación jurídica me impide conocer el fundamento legal de tales interdicciones, pero me consta que no puede uno injuriar a la familia real.
Entonces: ¿a quién se puede injuriar sin miedo a represalias?
Personalmente no me siento tentado a injuriar a casi nadie, exceptuados los vecinos que tienen mi barrio hecho un asquito, o los bancos que te cobran hasta por cruzar los sagrados umbrales de sus establecimientos, o gente de esa laya y jaez.
Sin embargo parece que en nuestros medios de comunicación sí que hay individuos que pueden mesarle las barbas al más pintado y pueden hacerlo en la más absoluta impunidad. Y no sólo injurian, sino que difaman y calumnian a boca llena y aquí no ha pasado nada. No entiendo cómo estos sujetos no tienen los juzgados para su uso casi exclusivo, por qué las personas públicas agredidas sin contemplaciones por los malévolos sujetos no proceden legalmente contra ellos. Tal vez hay un excesivo respeto por una mal entendida libertad de expresión, tal vez una desconfianza en nuestra maquinaria judicial... Siempre anda por medio el miedo a politizar la justicia, como si la justicia no estuviera ya de por sí suficientemente politizada; o, si no véase el caso del Consejo del Poder Judicial. A estas alturas no creo que mucha gente diera un euro por el espíritu de Montesquieu q.e.p.d.
Agradeceré a cualquier jurisperito que, fortuitamente, cayere por este blog, que me aclare sobre qué personas públicas o privadas es posible arrojar infundios, dicterios o calumnias sin riesgo alguno. A lo mejor me animo.

martes, 6 de noviembre de 2007

NUESTRO AMIGO EL REY




Es el título de un libro muy interesante de Gilles Perrault, cuya lectura recomiendo a quienes se hallen tentados por averiguar qué ha sido la historia de Marruecos en las décadas de reinado de Hassan II, historia que no ha sufrido grandes cambios desde el ascenso al trono de su hijo, el hoy reinante Mohamed VI. También recomendaría la lectura del documento “À qui appartient le Maroc”, de Moumen Diouri.
Sin embargo, es mucho más instructivo haber residido durante algunos años en el País vecino, privilegio que he gozado personalmente. Digo “gozado”, porque la relación con mis amigos marroquíes es un episodio impagable, tanto como la inmersión en la vida real del pueblo marroquí. Puedo calificar mis años de vida allí como una de las épocas más felices de mi vida.
Lamentablemente el día a día de los naturales no es precisamente un camino de flores. Prueba de ello es el hecho de que, cada vez que se les presenta la oportunidad, intentan largarse en pos de una vida mejor, tanto en términos de supervivencia, como en lo que respecta a libertades.
Ocurre que los intereses occidentales, tanto franceses, como españoles; incluso los nada desdeñables de Estados Unidos, van a permitir siempre que el gigantesco decorado, que la Monarquía Alauita tiene sólidamente instalado sobre la realidad marroquí, pase por bueno. Esto no es novedoso en política internacional, porque en ese ámbito hasta nos tragamos los Juegos Olímpicos de China, pasando por alto el permanente atropello a los derechos humanos que existe en la emergente (y más que emergente) potencia oriental. Recordemos la referencia del inefable Henry Kiessinger a “nuestro hijo de puta” (“Pinochet es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”), expresión también atribuida a Roosvelt a propósito del infame Anastasio Somoza, cualquiera sabe, pero está claro que funciona.
En estos días nuestra entrañable relación con Marruecos parece haberse enturbiado con la visita de nuestros Reyes a Ceuta y Melilla, ocasión de escándalo para las autoridades marroquíes. La maniobra de nuestro amigo el Rey de lanzar hacia el exterior la mugre acumulada en el interior no es nada nueva, y guarda cierta semejanza con la política franquista, con aquello de “Gibraltar español”, o “si la ONU tiene uno, nosotros tenemos dos”. Así que la reivindicación de las dos ciudades españolas en el Norte de África se replantea a la primera ocasión, con el resultado de una mayor o menor efervescencia patriótica a favor de su corona y tal.
Bajando a la más vil y patatera realidad, resulta que a los propios marroquíes del Norte les vendría como una patada en el culo la entrega de estos enclaves hispanos a Marruecos. Entre otras cosas, porque las endebles economías de ciudades fronterizas, como Tetuán, sin ir más lejos, dependen en gran medida del tráfico legal y, sobre todo, ilegal de mercancías a un lado y otro del Tarajal. Sólo por poner un ejemplo, en esa ciudad existe un mercado popularmente conocido como “la pequeña Ceuta”, surtido de todo género de productos procedentes de la ominosa colonia vecina.
Y no digamos nada de lo que opinan los ceutíes y melillenses, musulmanes o cristianos. Por supuesto que se les pone carne de gallina ante la mera perspectiva de pasar a la soberanía marroquí, y vaya si les sobran razones.
Total que pasará la polvareda, creo, y volveremos al habitual trapicheo político y económico en que consisten las relaciones hispano – marroquíes, que es lo que preside asuntos tan cruciales como el de la pesca, el del Sahara y tantos otros.
Entre tanto, nuestros Borbones van a ser objeto hoy en Melilla del mismo recibimiento delirante que tuvieron en Ceuta. Me parece completamente normal.

viernes, 2 de noviembre de 2007

ERRE QUE ERRE


Procure siempre acertalla / el honrado y principal; / pero si la acierta mal, / defendella y no enmendalla.
(Guillén de Castro. “Las Mocedades del Cid”)

Grandes conocedores de los clásicos castellanos estos caballeros, sí señor. Pero no menos conocedores del horripilante celuloide ibérico de antaño pericastaño. Don Mariano, don Pedrojota, don Acebes, don Federico... Parece que todos han preparado sus discursos posteriores a la sentencia a base de Guillén de Castro y de Paco Martínez Soria (“Don erre que erre”). No es muy brillante, a decir verdad, pero la necesidad carece de ley, y por algún lado tenían que salir. Claro que, cuando uno se alimenta de semejante cóctel, alguna incoherencia habrá de surgir por alguna parte.
Por ejemplo eso de que fueron ellos quienes persiguieron y capturaron a los delincuentes. ¡Muy bueno lo tuyo, Sherlock Holmes! Y la policía, mientras, tocando el violón, ¿o qué? Es que me imagino a toda la plana mayor del PP en plan inspector Gadget, en vez de dedicarse a predicar la conspiración, y no me acaba de cuadrar. No se puede estar al caldo y a las tajadas, ilustres sabuesos.
Luego va don Mariano, que está lanzado a la pirueta sobre el trapecio sin red, y, habiendo aseverado con alguna anterioridad que: “Yo no sé si ETA atentó o no; eso lo tendrá que decidir la Justicia", ahora dice que apoyará cualquier otra investigación, vamos, que él respeta mucho la actuación de la Justicia, pero no, pero sí, pero hay que seguir investigando. A ver en qué quedamos.
Y, por añadidura, en un alarde de auténtico cinismo, la pandi suelta con absoluto desparpajo que ellos siempre apoyaron la investigación en marcha. Para no olvidar cómo funcionó este personal a lo largo de todo este tiempo, recomendaría echar un vistazo a la antología que publica el diario “Público” (http://www.publico.es/012056/tres/anos/agujeros/negros), y recordar cómo el propio don Mariano afirmaba en la víspera de las elecciones que él tenía la convicción moral de que había sido ETA (declaraciones a “El Mundo”).
La evidencia: mintieron, siguieron mintiendo y, por lo que se ve, van a seguir haciéndolo.
La otra evidencia: siempre les importaron un rábano las víctimas y la Justicia; sólo les intereso utilizar el luctuoso suceso en su propio beneficio político y en detrimento del Gobierno de España.

jueves, 1 de noviembre de 2007

¡ TODOS A BEATIFICAR!




Hay que aprovechar este momento bonancible de la Iglesia Católica en el asunto de las canonizaciones y beatificaciones. ¿O es que somos tontos? ¿O es que no sabemos que la ocasión la pintan calva?
La Iglesia en cuestión ya tiró el chupinazo con la canonización a toda pastilla de San Josemaría Escrivá de Balaguer, a quien llevaron a los altares en volandas y sin hacer grandes averiguaciones. Claro que el santico no andaba por el Vaticano sin enchufes ni recomendaciones. El que tiene padrinos se bautiza, oiga.
Ahora 498 mártires de la furia roja antes de y durante la Gloriosa Cruzada del Generalísimo Franco (por cierto: ¿para cuando el proceso de canonización de este glorioso baluarte de la fe?) han sido beatificados de una tacada, sin parar mientes en si alguno de ellos no sería un pelín torturador, u otro no sería un obispete animador de los pistoleros fascistas. Tampoco hay que andarse con tanto remilgo, qué puñeta.
Pues nada, que aquí, en el blog éste, nos hemos animado y vamos a iniciar una amplia campaña de beatificaciones, porque ya se ve que los de la Congregación de los Santos están en racha. Y, ya puestos, propondremos la beatificación y, la canonización posterior, si a mano viene, de personas VIVITAS Y COLEANDO.
Todos nuestros hipotéticos lectores pueden hacer sus propuestas y, naturalmente, sus donativos, porque creo que esto puede costar un dinerillo.
Hoy, para ir haciendo boca, propongo que empecemos por Lorena, que no es la de la foto, pero tiene un parecido. Su condición de mártir viviente queda precisa y claramente definida, ya que es actriz y encima pone copas en su bar “El Tío Vinagre”, donde soporta a gente atroz, como mis selectas amistades y yo mismo.
Luego, ya iremos viendo. Podemos pensar en beato Federico Jiménez Losantos, víctima de la despótica dinastía juancarlista (caso afín al de don Tomás Moro mártir bajo el atroz Enrique VIII) y más que se nos ocurran en el momento procesal oportuno.