viernes, 14 de marzo de 2008

PELAHUSTÁN



Muchos aburguesados urbanitas necesitamos un lugar en el que sustraernos al bullicio de la Metrópolis. Anhelamos, como Fray Luis y Horacio, un modesto paraíso en el que huir del cotidiano tráfago. En esos lugares uno parece reconciliarse consigo y despedir temporalmente a los demonios que porta habitualmente en la mochila.
Nosotros hemos dado con ese desideratum en un pueblo de nombre exótico allí donde los haya: Pelahustán. Cuando te preguntan los amigos dónde vas a pasar las vacaciones, como ya te lo sabes, respondes con cara de sobre: “en Pelahustán”. Entonces se produce un perplejo silencio y la inevitable réplica: “¿tan lejos?”, o bien: “oye: ¿eso, por dónde cae?”. A casi todos les suena parecido a Beluchistán, Afganistán, Turkestán, o cosa semejante. Entonces explicas que eso cae a unos ciento veinte kilómetros de Madrid, en la Sierra de San Vicente, allá donde lindan las provincias de Toledo, Ávila y Madrid. Vamos, a cuatro pasos de Lavapiés; incluso contando con la filosófica y apacible conducción que profesa el que suscribe, también conocido como el hombre que viajaba despacito.
Pelahustán es un pueblo maravilloso. Está en medio de unos paisajes admirables y muy poco transitados, por los que cabe pasear de forma apacible o ardua, a elegir. Puedes trepar por el monte, o bien, siguiendo mi personal preferencia, vagabundear por caminos más suaves. En ocasiones, puedes retornar a las raíces recolectoras de la especie y (si eres algo mañoso) hacerte con berros, amapelos o espárragos silvestres. Eso se le da muy bien a mi predadora esposa y muy mal a mi mismo. La observación de la fauna local, tanto silvestre, como doméstica, es otra de las posibilidades. Personalmente puedo tirarme más de una hora mirando unas cuantas vacas sin el más mínimo rubor; no me importa dilapidar el tiempo en una actividad aparentemente tan poco constructiva.
Pero lo mejor de todo son las personas, las pocas personas que quedan en el pueblo. Creo que fue el mismo día en que comenzamos a instalarnos, cuando ya algunas de las aguerridas matronas que de hecho pilotan la población, nos estaban invitando a una increíble caldereta de carne. Ese natural hospitalario y familiar ha venido mostrándose durante toda nuestra permanencia periódica en Pelahustán. Vino del amigo Vidal, artesano y delicioso, charlas en nuestro bar predilecto, el “Baroco” (hay más bares que habitantes, si te descuidas), meriendas o excursiones, capitaneadas éstas por Pedro González Lerma, casero, sabio y poeta nuestro...
La sencilla operación de comprar el pan y unos huevos camperos, o unas costillas en adobo en la tienda de Mercedes no es cosa de cinco minutos. Siempre se lía la tertulia, siempre hay algo que comentar. A ves incluso aparece el gran Edelmiro, que optó definitivamente por la vida rural, cargado con unas acelgas relucientes, o nuncio de la próxima inmolación de unos conejos criados a base de verde.
Lástima que el Consistorio no se haya molestado en retirar placas de calles y plazas asociadas a la bárbara contienda civil y a la no menos bárbara dictadura subsiguiente. Tampoco parece que la potabilización del agua corriente, o la mejora de la infame carretera local sean para pasado mañana. Bueno, digamos que todo se andará. Aquí la palabra “prisa” suena a tagalo.
Todo lo demás compensa, vaya si compensa.
NB: la señora de la foto es Margarita y la cayada es obra de Edelmiro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó este escrito sobre Pelahustán y sobre todo volver a ver a Margarita, mi compañera de instituto y de ruta del curso 1999/2000 cuando estuve de profesora de francés en Villarejo de Salvanés.
Cristina Wagner
cwagner@telepolis.com

Anónimo dijo...

Me alegra que alguien valore la belleza de la sencillez, la armonia de la lentitud y la paz que te da encontrar las raices que solo un pequeño pueblo puede ofrecer. Yo tambien me llamo Margarita y cuando creo que nada tiene sentido, paseo por las tierras de mis padres Pelahustan.

Sara dijo...

Por fin lo hemos logrado ¡ya era hora! y se han cambiado prácticamente todas las placas de las calles y los nombres en el catastro y demás registros, recuperando los que siempre se han usado: plaza vieja, calle larga etc.
Creo que es un motivo de felicitación para vecinos y visitantes de Pelahustán

RUBEN dijo...

Os aconsejo que participeis en la web de pelahustán www.pelahustan.com Creo que os va a gustar. Gracias por hablar así de bien de nuestro pueblo.