lunes, 31 de agosto de 2009
CATÁSTROFES NATURALES
Las vacaciones son un buen momento para reflexionar. Sobre todo, si uno se las organiza de una forma juiciosa. Creo que yo lo he conseguido, ya que he pasado una buena parte de ellas en un lugar famoso por sus playas sin pisar la playa ni un solo momento. Me parece de sentido común.
He aprovechado para leer literatura moderna: Balzac (La cousine Bette), Dickens (Sketches by Boz), he comido un pescado excelente y no he descuidado tomar mi par de güisquis a su hora. Creo que gracias a estos saludables hábitos he podido pensar un poco.
¿Y en qué va a pensar uno, si no es en la crisis? La crisis es el tema del momento y siempre hay que ocuparse de los temas del momento.
La conclusión principal de mis conjeturas ha sido que se trata de una catástrofe natural, una calamidad de las que periódicamente nos envían los Cielos, probablemente como castigo por nuestros pecados.
Decimos:
- ¡Ya llegó el puto pedrisco, maldita sea!
- ¡Vaya, hombre, la puta sequía una vez más!
- ¡Coño con la puta riada, qué faena!
O bien:
- ¡Mierda de crisis! ¡Mecachis en la puta crisis!
Y así sucesivamente.
Son fenómenos inexorables, y no hay quien pueda prevenirse contra ellos, ni tan siquiera cabe echarle la culpa a nadie. En tiempos remotos sí que se procuraba culpar a alguna bruja desalmada, que iba a parar a la hoguera, por mala; o, como cuenta Voltaire en su “Cándido”, a unos cuantos herejes, que corrían idéntica suerte. Ahora ya sabemos que no es cosa de brujas, ni de herejes, que sucede porque sucede y ya está.
Nuestros políticos, que esto lo tienen perfectamente claro, comentan de modo del todo congruente:
- Ya va pasando lo peor de la crisis, no sufráis, criaturitas, porque algo de marrón queda, pero ya vamos aliviando.
Algunos, ligeramente más medievales proclaman:
- ¡La culpa de la crisis es del Gobierno!
- ¿Y usted que haría para sacarnos de ella?
- ¡Ah, eso ya…!
Todos parecen convenir en que se trata de una catástrofe natural. ¡Tiempos aquellos en que se organizaban rogativas y procesiones expiatorias para conjurarlas! Ahora, ni eso.
Otro día me referiré a calamidades de diferente índole, cual sea la Autovía del Sur. Pero será cuando consiga curarme del lumbago y de las agujetas en ella y merced a ella contraídos.
domingo, 2 de agosto de 2009
MI-MA-MÁ-ME-MI-MA
Conmovedora es la solicitud con que los poderes públicos se ocupan de nuestra salud (de vez en cuando les da por ahí).
El último ataque de maternal cuidado le ha correspondido a la Ministra Jiménez, que piensa quitarnos de fumar a todos manu militari. En eso coincide con el ejército de los Estados Unidos de América, que se está planteando prohibir el tabaco a todos sus soldados en cualquier circunstancia. Así pues, los tipos encargados de arrasar con misiles pueblos y ciudades preservarán su propia salud pulmonar, en tanto que acaban por las bravas y definitivamente con la salud de militares y civiles afectados por daños directos o colaterales.
Estas reflexiones me acompañaban esta mañana (7 a.m.), cuando he sacado a pasear al perro Chispo por mi barrio. Las lágrimas de gratitud ante las preocupaciones ministeriales por la pública salubridad pugnaban por saltar a mis ojos, en tanto sorteaba las toneladas de basura que cubren aceras y calzada en toda la extensión de Lavapiés. La fetidez ambiente combinaba a la perfección con la atmósfera de la ciudad, cargada habitualmente de las más caprichosas y variadas combinaciones de dióxidos y otros saludables residuos gaseosos, procedentes de automóviles, aires acondicionados y regalos de la industria periférica.
Pensé encender un pitillo para amenizar el caprichoso recorrido del animalito, pero me arrepentí al momento y me limité a recoger la caca de Chispo muy pulcramente con una bolsita ad hoc. Noté que se me estaba poniendo cara de gilipollas, mientras buscaba una papelera que no estuviera rebosante, con el objeto de depositar las deyecciones caninas.
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