domingo, 30 de mayo de 2010
LO INEXORABLE
Las cosas pasan porque tienen que pasar. Parece que no nos enteramos, pero así es. Y no vale la pena mosquearse, ni echar las patas por alto cuando esas cosas suceden de forma contraria a nuestras pobres apetencias personales. El destino es el destino, lo inexorable es lo inexorable y es una tontería echarle las culpas a nadie cuando vienen mal dadas.
Habrá quien en la actual coyuntura (la famosa coyuntura) se pregunte cómo es que la crisis ésa se nos ha venido encima de sopetón, cómo es que ahora hay que ponerse a ahorrar con el celo de un Harpagón, o un Shylock, cuando hace media hora lo que había que hacer era consumir a dos carrillos. ¿Qué es lo que ha pasado aquí? ¡Qué bobada! Lo inexorable, estúpidos, lo inexorable.
La proverbial burricie del populacho alcanza su cenit, cuando comienza a hacerse preguntas de ese género, del género idiota. Menos mal que nuestros políticos, dotados siempre de una ejemplar clarividencia, saben perfectamente lo que dijo en su día Charles-Maurice Talleyrand Périgord : “Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible” (Y a la inversa, supongo) Y se lo aplican a rajatabla. Mejor dicho: nos lo aplican a nosotros.
Por otra parte, el populacho no comprende que la historia es maestra de la vida (magistra vitae); en cambio los gobernantes, que son más ilustrados, sí que lo saben. Saben, por ejemplo, que los clérigos medievales (y renacentistas) prescribían ayuno y mortificaciones para conjurar las pestes y otras calamidades naturales. Si funcionaba entonces, ¿por qué no va a funcionar ahora?
Claro que esto de la sapiencia política cabe ponerlo en duda, ya que no deja de causar algo de perplejidad ver a Gobierno y Oposición participando jubilosamente en una especie de carrera de pollos decapitados hacia la meta del poder. Como los unos y los otros acatarían lo inexorable a la hora de gobernar, parece que quien ganase la carrera sólo conseguiría pagar el pato, o sea, convertirse automáticamente en el capacico de las hostias, que dicen en mi pueblo. En fin, ellos sabrán.
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