lunes, 31 de octubre de 2011

LA PLUMA DEL POLLO 1



1. Tras las huellas del Pollo

Arrojar un poco de luz sobre la vida y la obra de Vinicio Pollo Sanguinetti es un propósito de difícil consecución. Críticos y biógrafos prestigiosísimos han fracasado estrepitosamente en la tarea, han naufragado en el intento, han hecho el ridículo, han quedado muy mal y, la verdad, no sé para qué se habrán molestado; menuda pérdida de tiempo. Eso les sucede por meterse en camisa de once varas, los muy estúpidos, y perdón por la forma de señalar.
En primer lugar, a Pollo le gustaba mucho firmar cada vez con un nombre distinto (a la manera del célebre fadista portugués don Fernando Pessoa). Algunas veces, sí, se dejaba de líos y firmaba Vinicio Pollo Sanguinetti, y ya está; pero cuando estaba más en vena, firmaba con otros nombres, como, por ejemplo, Alex Boticelli, Semion Petrovich Projarchin, Juan Cojones, Emmanuel Kant o Elvira Lindo. De esa manera es probable que la mitad de sus obras no se le puedan atribuir con certeza y también que algunas obras de las rúbricas arriba mencionadas sean realmente atribuibles a Pollo Sanguinetti. Sólo la crítica textual más afinada sería capaz de pillarle las trampas y ponerlo todo en claro, pero la crítica textual no se ha tomado esa molestia, así que nada.
Incluso nosotros, los que un día gozamos de los beneficios de sus enseñanzas, me refiero a sus auténticos discípulos, nos las vemos y nos las deseamos para identificar con certeza los escritos del maestro. Algunas acaloradas discusiones sobre la autoría de este o aquel mamotreto han acabado a mamporros y pescozones, con que no hemos sacado nada en limpio y encima hemos tenido que irnos a nuestras casas con un ojo a la virulé o con alguna pieza dental de menos. Resulta lamentable que el maestro fuera tan liante e hijoputa. Ya podía haber dejado las cosas un poco más claras, digo yo.
Con la parte biográfica pasa tres cuartos de lo mismo, porque el condenado mentía una barbaridad y muchos de sus exégetas y epígonos se han creído todas sus trolas o se han inventado anécdotas por su cuenta y riesgo con el objeto de lucirse. La gente tiene muy poca vergüenza y, con tal de figurar, algunos son capaces de cualquier cosa. Mantecón Humedillo, por ejemplo, acepta como buena la supuesta participación de Pollo en la guerra greco – turca al frente de la artillería del Gran Khan y Bolarín Colgado admite el invento por nuestro polifacético de un sacacorchos levógiro, útil para abrir botellas de cariñena en las antípodas. ¡Menuda tontería! En cambio niegan categóricamente hechos históricamente probados, como el triunfo del maestro en un concurso de mear lejos celebrado en la playa de Sitges en 1946. Sañudo Pispajo se atreve, incluso, a poner en duda que Pollo sumergiera la cabeza de su primo Apolinar en una sopera para demostrar el grado de densidad de la porrusalda en forma práctica. Sin embargo, sabemos de sobra que todos los académicos presentes aplaudieron a rabiar y que de aquel hallazgo le resultaron beneficios importantes, como el nombramiento de académico correspondiente y levantarse a la señora del anfitrión, que estaba cojonuda.

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