viernes, 4 de noviembre de 2011

LA PLUMA DEL POLLO 3



3. Contribuyendo a la biodiversidad

Conocida y celebradísima es la cortesía francesa, que ellos denominan “politesse” sin ninguna razón aparente. Muestra de ella fue el acompañamiento por elementos de la gendarmería hasta la frontera de Hendaya ofrecida a Pollo y sus discípulos, entre los que tuve el honor de hallarme. Los gendarmes se llamaban Dupont y Durand y el último de ambos, natural de la Camargue, tenía dos preciosas niñas cuyas fotos nos mostró con lágrimas en los ojos en el doloroso momento de la despedida. Dupont era otra cosa; no sé qué le pasaría a Dupont y tampoco tiene demasiada importancia.
Una vez que cruzamos las turbulentas aguas del río Bidasoa, realizamos algunas operaciones rutinarias, tales como devorar un marmitako excelente e ir a confesarnos a la parroquia con un sacerdote de confianza. Este piadoso anciano se interesó por nuestra salud y nos retó a un partido de pelota vasca, que perdimos por escaso tanteo.
Es entonces cuando a Pollo Sanguinetti se le plantea una duda existencial que le sume en hondas cavilaciones: ¿qué hacemos ahora sin un céntimo en el bolsillo y con el equipaje embargado en la fonda?
Finalmente su poderosa capacidad de razonamiento y su irrefrenable tendencia a cometer estupideces le inducen a montar el primer Gabinete de Asesoramiento Étnico en la localidad de Cirauqui (Navarra). Algunos años atrás nuestro insigne polígrafo había dado a la imprenta (que las rechazó) sus “Anotaciones paradójicas sobre razas, etnias, naciones, patrias y populacho” prologadas por el Padre Barandiarán y epilogadas por Slobodan Milosevic. Siguiendo las enseñanzas de Blaise Pascal, Pollo formula allí el conocido aforismo: “Para poseer de pleno derecho una etnia o nación lo único que necesitamos es creer en su existencia”.
Los criterios de etnometría aplicada de Pollo Sanguinetti constituyen un extenso corpus elaborado durante la corta pero fructífera andadura del Gabinete de Asesoramiento Étnico. El propio maestro, ataviado con barretina, madreñas, kaiku y saya sanabresa dirigía la unidad de identificación racial en el establo y aceptaba o rechazaba a los colectivos que acudían a la consulta deseosos de obtener un “Dictamen Diferencial Tribal” (DDT), que les autorizase a berrear a pleno pulmón, cargarse todos los cristales y hacerles la vida imposible a los que no tuvieran un DDT fiable. El éxito y la fama acompañaron pronto a la ingente obra del gran don Vinicio y se extendieron como una mancha de aceite por todos los pueblos y naciones; de modo que incluso desde los remotos Balcanes acudían peregrinos ansiosos en procura de razones de peso para masacrar motivadamente a sus convecinos sospechosos de intrusión étnica. Estaba bien aquello, no estaba nada mal, porque aceptábamos pago en especies y así obtuvimos gran cantidad de cerdos, legumbres, objetos punzantes y contundentes, aguardientes de alta graduación alcohólica y cerámicas recuerdo de distintas localidades costeras y del interior.
El PREG o Programa de Reconfiguración del Equipo Genético fue, en principio, una idea bastante buena. Como algunos pobres infelices no salían con bien de su DDT, quedaban muy disgustados, porque se daban cuenta de que nunca serían consejeros autonómicos, ni conserjes; ni siquiera lograrían ejercer como maestros de escuela, que ya es lo último. Entonces le preguntaban a Pollo:
- Y ahora, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo me las arreglo?
El maestro se limpiaba las gafas, fruncía el ceño y respondía con gravedad:
- ¿Y yo qué sé? ¡Apáñeselas como pueda, caramba!
Eso era al principio, antes de idear lo del PREG. Cuando ya estuvo inventado el PREG, se les decía que no se apurasen, porque todo tiene arreglo en esta vida. Pollo Sanguinetti, un pionero en la ingeniería genética, hizo una máquina de reconfigurar el equipo genético con las piezas de una antigua lavadora y metía dentro a los que pagaban para poseer unos genes adecuados a sus necesidades étnicas y los arreglaba en un santiamén. Claro que no siempre los resultados eran los previstos, no vayamos a pensar ahora que de buenas a primeras salía todo a pedir de boca. Algunas veces el cliente salía alopécico y con las orejotas separadas del cráneo, o se le ponía cara de lagartija, pero es que estaba el maestro en una fase experimental del invento, así que no sé cómo tenían el valor de quejarse por todo, como si no se les hubiera advertido al principio.
A consecuencia de tanta incomprensión, que se materializó en una persecución a pedradas por aquellos fértiles valles y amenas laderas, Vinicio Pollo Sanguinetti determina poner fin al proceso de investigación y declararse a sí mismo mártir de la ciencia, motivo por el cual reclama subvenciones de diversas instancias nacionales e internacionales sin que, una vez más, le sea reconocido este elemental derecho.

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