Esta confusa noción ha sido estudiada por numerosos expertos
en diversas materias. Sófocles la deja algo confusa en sus tragedias y
Demóstenes se refiere a ella con no mucha mayor claridad.
En cualquier caso se trata de una desmesura, un sobrepasar
la propia condición para acercarse insensatamente a la de los dioses o seres
superiores de cualquier índole. Es la soberbia, una soberbia irracional,
lindante con la demencia, la que hace a los hombres, o a las mujeres; nada de discriminación,
ponerse el mundo por montera, liarse la manta a la cabeza y cosas así. Es que
en castellano la noción de hybris viene expresada en términos así de vulgares.
En términos políticos no es infrecuente ver a alguno (o
alguna, nada de discriminar) hincharse, como en la fábula de la rana y el buey,
y, ante la perplejidad de los circunstantes, proclamarse aspirante a no sé qué o
candidato a no sé cuántos. Y ello con un escaso o nulo conocimiento de sus
capacidades y limitaciones reales. ¡Ancha es Castilla, que el rey paga!
La oportunidad o inoportunidad le importará un pito, las
consecuencias de sus actos no habrá sido convenientemente calibrada por el
sujeto.
Estos desmesurados personajes suelen actuar malaconsejados por
los inevitables oráculos, o excesivamente jaleados por los pelotas o
tiralevitas; ya, lo que faltaba.
En la tragedia antigua estas conductas acaban en catástrofe,
como es bien sabido. En la vulgar cotidianeidad suelen desembocar en simple
batacazo.