sábado, 24 de noviembre de 2007
¿POR QUÉ TENEMOS QUE AGUANTARLOS?
Me atrevo a asegurar con un escaso margen de error que al señor Alcaraz y su cuadrilla les importan un bledo las víctimas del terrorismo; tanto como a los dirigentes del PP, que jalean y se apuntan a las asonadas que periódicamente hemos de soportar los españoles.
Tampoco creo que discrepen tanto de la política gubernamental contra ETA y sus cómplices (nada de entorno, que suena a eufemismo). En realidad, es difícil que alguien proponga otra línea de acción en este peliagudo asunto; excepto, claro está, si nos adentramos en el terreno de la barbarie fascista y contemplamos la posibilidad de resucitar la pena de muerte (oxímoron) o la de entrar con el ejército en el País Vasco. Claro que ni estos exaltados se atreven a proponer directamente tales disparates.
Creo que ni AVT ni PP tienen propuestas claras sobre una política distinta. Sólo proclaman que no hay que negociar con ETA, precisamente en momentos caracterizados por la ruptura de cualquier género de contacto con los terroristas.
La actividad de agitación desarrollada por estas “víctimas” apunta descaradamente a cargarse el Gobierno de Zapatero, lo que aún resulta más evidente en estas fechas preelectorales. La utilización política del terrorismo y sus víctimas por parte de la derecha se muestra como una completa evidencia; tanto como lo es el cinismo que supone haber acusado a los socialistas de ser ellos quienes emplearon el argumento para ganar unas elecciones.
Lógicamente, el frentismo que plantean los convocantes a las movidas patrioteras ha hecho salir de sus cubiles a las múltiples alimañas ultraderechistas que en ellos yacían, y ahí las tenemos perfectamente alineadas con sus naturales compinches de la derecha institucional.
Comprendo que un estado democrático ha de caracterizarse por una tremenda manga ancha, por una paciencia de santo Job ante la demasía política; incluso la de los agitadores profesionales, que es lo que realmente parece ser Alcaraz.
Sin embargo, a título personal, digo que me resulta difícil de soportar la presencia pública de esta caterva de insultantes aulladores. Es una cuestión visceral, lo confieso.
Nota bene: la ilustración representa al Tartufo de Molière. Me parece muy a propósito.
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