martes, 4 de marzo de 2008

OPERACIÓN “ZORILLA”








No sé cómo se me ocurriría meterme en unos grandes almacenes. ¿Cómo UNOS?... ¡LOS GRANDES ALMACENES! Esos que tienen establecimientos en toda España, los que son capaces hasta de financiar a alguna administración pública que otra, los que estampan su filantrópico logo en todo evento social, cultural, artístico... En concreto, entré por primera vez en su librería, porque también tienen librería. La verdad es que pasaba por la Puerta del Sol y, como soy bastante vago, no tenía ganas de desplazarme unos cuantos metros hasta una librería de verdad, que no cae tan lejos.
El caso es que deseaba encontrar las estupendas memorias de don Pepe Zorrilla, que se titulan “Recuerdos de tiempo viejo” y las publicó de nuevo Debate hace unos años. Yo tuve ese libro en una desaparecida colección de la también extinta Editora Nacional, pero naufragó en la noche de las mudanzas, o, tal vez, en la nebulosa de los préstamos, cualquiera sabe. Es un libro muy interesante y divertido y, por añadidura, en él menciona el poeta a un ancestro mío, en cuya casa barcelonesa parece ser que solía alojarse Zorrilla, cuando iba a Barcelona. Por todo eso tenía tanto empeño en dar con él.
Total, que harto de vagar por el caos organizativo del establecimiento, me aproximé a una dependienta de la planta baja, que me oriento (o más bien se me quitó de encima) hacia la planta primera, donde fui reexpedido sin demasiada cortesía a la planta baja. En ella descubrí un llamado “punto de orientación cultural”, donde había un señor de adusta apariencia tras un ordenador, que creo que se tomó a mal mi pretensión y me despidió con cierto aire de ofendido. Como soy muy cabezota, insistí con la empleada del principio, que se avino a echar un vistazo en su ordenador:
- ¿Cómo dice usted que era? ¿Zorrilla con una o con dos erres?
Máxima estupefacción por mi parte y no menor por la suya ante el descubrimiento de la correcta grafía, que yo logré balbucir. Por supuesto que no tenían el libro.
Esta señora era relativamente amable, pero indudablemente no idónea para el puesto que estaba desempeñando. Desde luego no le voy a echar la culpa a ella, porque un asalariado es un asalariado, porque la empresa donde trabaja no goza fama precisamente de generosa en las retribuciones, ni magnánima en el modo de contratación. Seguramente la podían haber trasladado de la perfumería o de la sección de ropa infantil. Creo que debí preguntar por un libro de Harry Potter o maravilla semejante, que parece ser el género de obras fáciles de localizar en la llamada librería.
El caso es que sólo les faltó decirme que de zorrillas y ordinarieces semejantes ellos no sabían nada, que no vendían libros subidos de tono.
Con el objeto de aclarar las cosas a quien corresponda, añado imágenes de dos "zorrillas" diferentes.

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