miércoles, 3 de diciembre de 2008

ORÁCULO GONZÁLEZ



El don de profecía se ve que lo da la situación de ex - jefazo. Teóricamente se retiran, pero qué va. Les sería aplicable el dicho popular: “consejos vendo, para mi no tengo”.
Aznar (don José María) es un vivo ejemplo del caso. Incordia una barbaridad; en particular a su continuador, don Mariano. Cierto que, en lugar de dedicarse a meter el dedín en el ojo a propios y extraños, bien pudiera dar alguna que otra explicación sobre su generosa aportación a los secuestros y torturas perpetrados por su compinche don George. Pero este pequeño detalle parece que no le concierne.
González (don Felipe) no le va a la zaga a su congénere. Claro que él siempre tuvo una vocación oracular arraigadísima. Desde que era pequeño, o casi pequeño, sintió el impulso de pontificar y lo ejerció generosamente, siempre subido a un pedestal bien alto sobre las humildes cabezas de los mortales.
En la reciente (e insulsa) reunión de los socialistas (¿?) europeos ya ha explicado él cómo había que hacer las cosas y contárselas a la párvula sociedad. De paso ha dejado caer que es que José Luis no sabe, que él sí que lo tiene todo más claro que la puñeta, porque para eso es el capo de una comisión de sabios europeos, comisión que hasta la fecha no parece haber hecho o dicho nada útil, que se sepa; pero es importante, muy importante.
Una de las ideas geniales del sabio consiste en poner soldados, muchos soldados por todas partes, que es lo que necesita la Europa para quedar como una señora y hacerse respetar (querer, creo que no). No en vano fue el que nos coló en la OTAN a hurtadillas, con aquello de que si de entrada o que si de salida.
Luego soltó el bonito oximoron o paradoja de la destrucción de empleo directamente proporcional a la creación, que no es moco de pavo. Para eso de los asuntos laborales siempre ha tenido mucho ojo, eso es cierto. No todos los jefes de gobierno pueden presumir de haberse ganado a pulso dos huelgas generales y una ruptura con el sindicalismo, como él hizo.
Pero ahí lo tenemos, con los bolsillos cargados de recetas y augurios. “Si ya lo había dicho yo”.
Con lo guapo que estaría criando bonsáis en silente comunidad zen con la naturaleza y el cosmos en general.

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