jueves, 11 de diciembre de 2008

SOMATIZAR LA NAVIDAD



La Navidad, como sabemos, es un estado seráfico – mercantil del espíritu.
Esta axioma ha sido asentado y certificado por teólogos cualificadísimos, pertenecientes en general a las órdenes mayores del Corte Inglés y de las Sagradas Televisiones (públicas y privadas).
El amor universal y la mística adquisitiva iluminan por estas fechas las almas de los humanos que pueblan la parte enriquecida del planeta; porque en la parte empobrecida bastante faena tienen con procurarse un cacho de mandioca con que matar la gazuza. No están como para inefabilidades de ésas.
Como nosotros hemos tenido la chamba de aterrizar en la parte buena, podemos permitirnos toda índole de perfumados efluvios anímicos, en alas de los cuales seremos transportados a las grandes superficies comerciales, a las administraciones de lotería y a algún que otro concierto navideño. Si el éxtasis es lo bastante agudo, acabaremos haciendo parcos donativos a las ONGs, que aprovechan nuestra beatitud para intentar sacarnos unos céntimos con destino a sus diversas obras de caridad. Cierto que en ese territorio de las cooperaciones públicas y privadas con el feo mundo de los “menos favorecidos” las cuentas no parecen estar claras del todo; ya que, según cuentan y hasta hemos podido constatar directamente, la parte de caridad que llega a los menesterosos es más bien raquítica, en proporción a la inversión inicial.
Pero no quiero irme por los cerros de Úbeda, esta vez no. Lo que me interesa comunicar a mis incidentales lectores es que este año me parece que el estado espiritual, psíquico o anímico arriba esbozado comienza a materializarse en parte de nuestros congéneres. Es decir: lo están somatizando.
A lo mejor es cosa de las copitas de más que abundan por estas fechas, pero creo haber visto personas a las que se les ha puesto cara de polvorón de Estepa; a otros les apuntan cuernecillos de reno; quienes, lucen en la superficie de sus cuerpos bolitas y orlas de árbol navideño... Yo que sé, cosas raras.
Que conste que hace años que abandoné el consumo de productos psicotrópicos, así que, si al funcionario de la ventanilla le vi con mis propios ojos luciendo geta de langostino congelado, puede que fuera simple alucinación; pero, a lo mejor, no. Otro somatizado navideño.
Colofón: ya sabía yo que el anuncio de Eljavi no iba a encontrar eco alguno, pero yo hice lo que pude.

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