sábado, 28 de febrero de 2009

EL JUSTO JUEZ



En estos momentos de aflicción para algunos claros varones, aquellos que son injustamente perseguidos, acusados, zaheridos y hasta vilipendiados a manos de jueces prevaricadores, malevolentes, claramente injustos y, en una palabra, infames a más no poder, queriendo este modesto asno acorrerles y prestarles una migaja del mucho auxilio y consuelo de que se hallan necesitados, pongo a su disposición el remedio que más oportuno y eficaz se me antoja, éste:
ORACIÓN DEL JUSTO JUEZ
“Santisimo Justo Juez, Hijo de Santa Maria, que mi cuerpo no se asombre ni mi sangre sea vertida, donde quiera que vaya y venga, las manos del Señor delante las tenga, las de mi Señor San Andres, las de la Señora Virgen Maria, que vayan y vengan, mis enemigos, salgan con ojos y no me vean, con armas y no me ofendan, justicia y no me prendan, con el paño que nuestro Señor Jesucristo fue su cuerpo envuelto sea mi cuerpo, que no sea herido ni preso, ni a la vergüenza de la cárcel puesto. Si en este día hubiese una sentencia en contra mia, que se revoque por la Bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amen.”
¡Vamos, ánimo! ¡Que no todos los jueces son inicuos, como ese Garzón sediento de sangre y cubierto de oprobio cinegético!
N.B.: La ilustración ya sé que no corresponde a un juez normal, ni mucho menos al Justo Juez. Es Ana Paula Oliveira, una juez de línea brasileña, que, encima de no ser prevaricadora, está buenísima. ¿A que sí?

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