viernes, 13 de marzo de 2009

TARJETA ROJA AL ÁRBITRO



El jugador Pepito Trapisonda era un inveterado trasgresor del reglamento. Desde dejarse caer aparatosamente dentro del área, cuando el defensa más próximo distaba de él más de dos metros; hasta poner zancadillas a cualquier contrario, poseyera éste el balón o no, era capaz de cometer fechorías de toda índole.
Sin embargo, el jugador Pepito Trapisonda se hallaba en la firme convicción de que lo que pasaba era que los árbitros le tenían manía, la habían tomado con él. Al menos eso era lo que solía manifestar en las entrevistas que concedía con harta frecuencia a la prensa local. “¡Soy una víctima, una puta víctima!” Clamaba con lágrimas en los ojos. “¿Más víctima que puta, o más puta que víctima?” Apostillaba algún periodista malévolo, a riesgo de que el enfurecido deportista la emprendiera a coces con él.
El jugador Pepito Trapisonda miraba con especial inquina al árbitro Baldomero Morcón, que siempre andaba amonestándole, sacándole tarjetas de todos los colorines y, en suma, no quitándole el ojo de encima en cuanto él saltaba al césped. Estaba claro que con el picajoso trencilla de marras no había manera de realizar una interpretación imaginativa de reglamento balompédico.
Así era que el protagonista de esta ejemplar historia no paraba de rumiar su justo reconcomio contra el rigorista y maniático Baldomero, sin otro recurso efectivo que propalar rumores sobre su conducta privada, o llenar de grafitos insidiosos las paredes del vestuario: “El Morcón es mariquita”… “Morcón, mamón, me importas un cojón”… Etcétera.
Finalmente, y tras mucho darle vueltas a la cabeza en sus horas de insomnio, o de expulsión del terreno de juego, dio con la idea luminosa que necesitaba y la puso en práctica en cuanto se presentó la ocasión propicia.
Eso sucedió en cierto partido de liga regional, que debía arbitrar el malhadado Baldomero, tras haber desestimado el comité de competición las recusaciones habituales por parte del equipo de Pepito Trapisonda.
Fue en el minuto catorce, cuando Pepito, tras haber divisado al árbitro, que se dirigía a la carrera hacia su posición (donde acababa de propinar un mordisco en la oreja a un contrario) echó mano al bolsillo y le sacó tarjeta roja a Baldomero Morcón.
Ante un hecho tan insólito, el perplejo colegiado no conseguía articular palabra y se limitaba a farfullar airadas protestas. También los jugadores adversarios se quedaron de plástico. Así que el jugador Pepito Trapisonda, aprovechando ocasión tan idónea, echó a correr hacia la portería enemiga, y, tras recibir un balón en clara posición de fuera de juego, marcó un gol histórico.

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