miércoles, 17 de noviembre de 2010

SALUDABLES E INSALUBRES



De muy gran júbilo y contentamiento es la preocupación de quienes rigen los destinos de la Patria por la salud y bienestar de los ciudadanos. No menos que su abnegada dedicación a difundir entre el populacho ignaro cuáles sean saludables hábitos y cuales otros, insalubres.
No sólo eso: dictan leyes, decretos, ukases y cuantas otras normas fueren precisas para que los renuentes al sano vivir se vean a ello forzados.
La ilustración de este articulillo muestra a una voluntariosa muchachita, tal vez ministrable en un futuro no tan lejano, explicándole a un anciano, probablemente iletrado y, para mayor inri, negro, el camino hacia una vida pletórica de salud y bienandanza. ¿Verá la luz el obcecado ancestro, o seguirá, por el contrario practicando hábitos nocivos?
Es con toda evidencia saludable trabajar por lo menos hasta los setenta años. Todos sabemos cómo la ociosidad es fuente de vicio y origen de declive físico y mental. Un setentón arrimado a su buena hormigonera, o encerrado en su aula con cuarenta animosos jovencitos, vivirá mejor y estará mucho más sanote, que el claudicante abuelete acomodado en la butaca con la tele o el novelón.
Del mismo modo, una pensión de modesta cuantía por vía de congelación anima a los hábitos de frugalidad, óptimos para mantenerse en perfecta forma. Las pensiones elevadas animan al consumo de grasas, triglicéridos, proteínas animales (solomillo, cordero y esas marranadas); en tanto que las muy parcas estimulan la ingesta de sanos y vigorizantes vegetales, acelgas, por ejemplo, que las judías verdes y las alcachofas están por las nubes. Este sobrio pensionista habrá de abstenerse de alcoholes, y deberá saciar su sed con rica agua del grifo.
Sabedoras nuestras autoridades competentes del desmedido apetito de churros, café con leche y tostadas con mantequilla que caracteriza al funcionariado nacional, que a todas luces desdeña o ignora lo perniciosos que resultan para la salud (y para la productividad, que tampoco es moco de pavo) los desayunos copiosos y envenenados de colesterol, proceden a reducir los salarios de la burocracia nacional, con el objeto de impedir su ciega tendencia a la intoxicación alimentaria. Habrán de apañarse con el café acuático de la maquinita instalada en el pasillo de su negociado y así tendremos una población funcionarial estilizada y feliz.
Estos sí que son hábitos saludables y a ellos nos inducen las sabias leyes dictadas por la suprema sabiduría.
Por lo contrario, anatema contra el cigarrito aspirado en la tasca habitual, que eso sí que es insalubre y hasta maligno, qué puñeta.

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