miércoles, 6 de abril de 2011
ELOGIO DE BERIA
Sí, me refiero a Lavrenti Pavlovitch Beria (Лаврентий Павлович Берия), el hombre de aparato por antonomasia, el guardián celoso de Pepe Stalin y su hegemonía absoluta. En toda organización política tiene que haber un tipo así, o las cosas no funcionarán como es debido. Un Beria tiene que manejar los hilos, pero, sobre todo, la podadera. No fue él quien inventó aquel famoso aforismo político: “el que se mueva no sale en la foto”. Era algo más radical y el que se movía durante la gran purga, más bien iba a parar al GULAG o al pelotón de fusilamiento. Sin embargo, la doctrina básica venía a ser parecida.
Ernst Röhm, el Oberster SA-führer también fue un eficaz hombre de aparato. Sin él el ascenso de Adolf Hitler hubiera sido imposible del todo.
Lamentablemente este tipo de personaje imprescindible y eficiente no suele ser especialmente popular; ellos crean en torno a sí una imponente red de obligaciones, pero no menos extensa es la niebla de rencores y envidias que se granjean. De facto, tanto Beria, como Röhm, acabaron de muy mala manera, eso es sabido.
En modo alguno se me ocurriría comparar nuestras organizaciones democráticas con partidos como el PCUS o el Nacionalsocialista, no me tomen el rábano por las hojas. Los aparatos políticos de los partidos democráticos no se dedican a la eliminación física de disidentes, ¡qué disparate!
Sin embargo, alguien tiene que encargarse de que el personal no saque los pies del plato y de que todo marche armónica y ordenadamente dentro de casa. Para ello hace falta un sacrificado que asuma la ingrata labor de encumbrar y defenestrar a discreción, aún a sabiendas de que al final nadie le va a agradecer esa denodada tarea.
Así que me parece injusto que Beria haya pasado únicamente a la historia como un auténtico hijoputa, que sí que lo era; pero también un sujeto abnegado que dejó lo mejor de sí al servicio del Partido, por el que se hubiera dejado cortar las manos e, incluso, el pescuezo.
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