lunes, 4 de julio de 2011

EL RESCATE



Cuando la Princesa Helena (o Elena, que en eso no hay acuerdo entre los cronistas) vio llegar al caballero Sigfrido con su armadura, su caballo y todos los arreos propios del caso, sintió bastante alivio. La princesa estaba ya muy harta de aguantar las amenazadoras llamaradas y las ventosidades sulfúreas del dragón Freiemarket, que la mantenía cautiva. Por añadidura, la tenían bastante jorobada las continuas amenazas del bicharraco, que siempre le decía que se la iba a merendar de un momento a otro.
- Hola, soy el caballero Sigfrido y vengo a rescatarla a usted.
- Pues no sabe lo que me alegro, porque este dragón es un grosero y un antipático. Emite llamaradas, suelta pedos sulfurosos y se pasa todo el día amenazando con que se me va a merendar; así que usted comprenderá que me viene bien lo del rescate.
- Pues entonces véngase conmigo y acabemos de una vez por todas con esta desagradable situación.
- Oiga: ¿pero no tendría que cargarse primero al dragón? Es lo que suele pasar en estos casos. Se desencadena un feroz combate entre el caballero rescatador y la infame bestia, con resultado de muerte de esta última por herida cortante o punzante.
- Completamente innecesario. Usted ha leído demasiadas leyendas, por lo que veo. Lo importante es el rescate sin que proceda un episodio cruento precedente. ¡Hale, ya está rescatada, vámonos!
- Bueno…
La princesa se puso en pie, se enderezó la diadema y se dispuso a subir a la grupa del caballo. El dragón, dentro de su caverna, bostezó y se volvió de espalda.
- No, no, nada de eso. Usted caminará a pie tras mi caballo. Puede resultar algo penoso, pero es lo que toca. Por cierto: esa diadema puede molestarla para caminar, así que démela… Y el collar, las sortijas. Todas las joyas. Venga, vaya entregándomelas.
- Me parece un abuso, pero…
La princesa obedeció a regañadientes. A pocos hectómetros de la cueva el caballero Sigfrido detuvo su caballo.
- ¡Vaya! Veo que le incomoda el manto, y ese vestido de terciopelo tan recargado tampoco es ideal para un viaje de este tipo. Ande, quíteselos, que los rescates se hacen a fondo o no se hacen.
- Pero es que mi pudor. Yo soy una princesa y las princesas…
- Mire, no se ponga pesada. Yo tengo experiencia en esto de los rescates y sé cómo hacer las cosas. ¡Caray! ¿Y esa ropa interior tan sofisticada, con tanta cinta y encaje? ¡Fuera, fuera también!
- Pero es que entonces me quedaré en pelota…
- ¿Y qué? ¿Usted quiere que la rescaten, o no quiere que la rescaten?
- Yo, sí, pero es que voy a coger frío y además los enanitos del bosque y demás criaturas mágicas se me van a tomar a cachondeo.
- ¡Tonterías! Todo el mundo sabe lo que es un rescate y que tiene ciertos precios.
La Princesa Helena (o Elena) aceptó resignadamente los costes de la operación y continuó el viaje desnuda tras el soberbio alazán del caballero Sigfrido.
Opuso algún tímido reparo cuando el caballero le pidió que se pusiera culo en pompa con intenciones bastante claras, pero ya era demasiado tarde.

3 comentarios:

pacorbe dijo...

Joer. Qué cuento más al pelo de las situaciones a las que nos ha llevado lo que llaman "crisis". Enhorabuena asno "valioso".

pacorbe dijo...

Joer. Qué cuento más al pelo de las situaciones a las que nos ha llevado lo que llaman "crisis". Enhorabuena asno "valioso".

Gabri - paginas web dijo...

Bueno es interesante el cuento sobre la princesa elena.. :) gracias por el post :)