martes, 4 de septiembre de 2012

LA FÓRMULA WERT






Un sagaz y competentísimo ingeniero comprobó que la fábrica no iba bien y que la producción salía carísima y, ocasionalmente, defectuosa. Era preciso adoptar decisiones de inmediato, porque, además, la dirección de la empresa le apremiaba a ser más ahorrativo y a mejorar el rendimiento. Entonces llamó al veterano jefe de talleres:

- Mire, Martínez: como hay que salir de este atolladero, las piezas que hemos estado fabricando en acero, las haremos de calamina de ahora en adelante. Como medida complementaria, haremos mucho más rigurosos y frecuentes los controles de resistencia de material.

- Pero, oiga: es que entonces las piezas se chascarán, quiero decir que se joderán una tras otra.

- Ah, eso sí, pero la que aguante será una pieza asombrosa, fascinante, de puta madre.

Llegó la audaz experiencia a los oídos de cierto ministro con nombre de onomatopeya (Werk, Wargh, Broghs o Wert, o algo por el estilo) y quedó impresionadísimo.

- ¡Está claro! Suprimiremos profesores, eliminaremos asignaturas, aumentaremos el número de alumnos por aula, limitaremos recursos a los centros, bajaremos sueldos, incrementaremos horarios y, sobre todo, pondremos controles, reválidas por doquier. ¡Qué cosas se me ocurren!

Es que era muy imaginativo: se empeora la enseñanza y se controla más, a ver qué pasa.

Personalmente discrepo de quienes dicen que ese ministro onomatopéyico se va a cargar la educación pública: se va a cargar la educación en general. Incluso la buena educación, porque nos pone a todos al borde de la blasfemia.

Pasando a otro tema afín: los tipos esos que quieren cobrarles tres euros a los chavales que llevan la tartera, porque no pueden pagar el comedor escolar, son despreciables, unos perfectos mierdas, y no quito ni una letra.

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