En los últimos tiempos veo mucho cine en blanco y negro.
Después de darle bastantes vueltas al asunto he llegado a varias conclusiones,
porque al principio no acababa de entender esta tendencia, casi obsesiva.
La razón más elemental, no por ello carente de importancia,
es el valor estético y narrativo en sí de ese cine antiguo. De hecho hay más de
una película reciente cuyo director ha recuperado esa eficaz manera fílmica.
Así, al pronto, la “Blancanieves” de Pablo Berger, excelente en mi opinión.
Ya digo que estoy viendo mucho Bogard, mucho Spencer Tracy ,
mucha Katharine Hepburn… Y muchísimo Hitchcock del más rancio. Sin olvidar,
claro está, a Orson Welles.
Me parece que las luces, los contrastes y las presencias
fílmicas en general ganan mucho realce con esta forma de expresión, resultan
muy auténticos.
Luego se me ocurrió otro motivo, algo más sofisticado,
estrambótico si se quiere: ¿no estaremos viviendo una realidad en blanco y
negro? Pero ahora lo digo en sentido negativo; todo tiene sus pros y sus
contras, o sus sombras y sus luces, como correspondería al asunto.
Un País sin coloración, gris, opaco, gobernado por personas
igualmente incoloras y más que insípidas. Ésa es la negativa percepción que
creo compartir con bastantes amigos y gentes políticamente afines.
Un poco de arcoíris, por favor, algo de luminosidad por
alguna parte, que ya va haciendo falta.
1 comentario:
Bueno... siempre nos quedará Paris.
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