Recuerdo con hilaridad la tarde en que una multitud de dos
personas, mi amigo Mariano y yo, fue disuelta por uno de aquellos grises
malencarados: “¡Disuélvanse!”. Así lo hicimos y cada uno de nosotros prosiguió
su camino hasta el bar en que habíamos quedado, próximo a la Gran Vía, lugar en
el que habíamos sido “disueltos”. Yo pensaba que el siguiente gris que me
parase iba a tener que decir: “¡Desintégrese!”, porque ya lo de disolverse no
parecía viable.
Corrían aquellos años de franquismo que acaecieron tras la
defunción del dictador. Luego las cosas cambiaron, pero parece ser que no de
forma definitiva. El PP acaba de lanzarse a la piscina de la represión,
mediante la aprobación en solitario de una “Ley orgánica de protección de la
seguridad ciudadana”, que nos retorna a aquellos tiempos oscuros. Parece que
ahora ni siquiera se pueden sacar fotos del guardia abusón, porque se ve que el
Gobierno desconfía de la calidad estética de sus dignos agentes.
No entraré aquí en una crítica exhaustiva de la famosa “ley
mordaza”, porque ya lo ha hecho gente mucho más autorizada. Sí que digo que
cada vez que algún poderoso dice que me va a proteger, se me abren las carnes,
no me siento nada tranquilo.
Lo de prohibir debe de ser una de las cosas que dan más
gustirrinín a los que mandan. Les gusta decir que nos protegen, cuando en
realidad lo que hacen casi siempre es protegerse a sí mismos mediante todo
género de prohibiciones.
La famosa ley seca de los Estados Unidos, promulgada
mediante nada menos que una enmienda de la Constitución a iniciativa del
senador Volstead, en realidad lo que hacía era proteger un estatus general
represivo y sumamente conservador. Su efecto más conocido fue la proliferación
del contrabando, con el fortalecimiento del gangsterismo y el enriquecimiento
de los traficantes durante trece largos años. Bueno, sólo es un ejemplo que se
me ha venido a la cabeza.
No parece probable, sin embargo, que se decidan a
protegernos de la voracidad bancaria, ni del robo sistemático a manos de
corruptos y defraudadores, ni de…
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