Cuando “Podemos” irrumpió en el panorama político creo que
fuimos muchos los que recibimos el proyecto con simpatía; incluso muchos
afiliados a otros partidos, mayormente de izquierda, claro.
La verdad es que estábamos hartos de una política tan
convencional, tan gris y, sobre todo, tan alejada de la realidad y, por ende,
desprestigiada ante la ciudadanía.
El nuevo partido salía a la calle, no limitaba la
participación en la res pública a la mera comparecencia electoral en las fechas
reglamentarias; surgía, por añadidura, con algunas raíces en el 15 M, que en mi
opinión aportó algo de oxígeno a la vida política, en compañía de las mareas de
distinto color, otro paso hacia la intervención cívica en los asuntos del Estado.
Personalmente me ayudó a considerar positivamente la aparición de “Podemos” la
presencia de mi antiguo amigo Juan Carlos Monedero.
Una vez consolidado el proyecto, tras su avance en las
elecciones europeas y con el apoyo voluntario o involuntario de los medios de
comunicación (que hablen de nosotros aunque sea bien), habría que plantearse
algunas interrogantes sobre el particular.
¿Podemos es un partido revolucionario? No, claro que no. En
ningún caso ha puesto en duda lo que llamamos “sistema”, no es, como han dicho
algunos, “antisistema”. Los partidos socialistas y comunistas, así como los
movimientos anarquistas, sí que lo eran en sus inicios y durante muchos años
más. El partido de este Pablo Iglesias no tiene nada que ver con el de su viejo
homónimo; ni tan siquiera habla de “reforma y revolución”, como Rosa
Luxemburgo. Plantea retoques, algunos más profundos que otros, en las actuales
fórmulas políticas, nada más. No es un partido comunista, ni tampoco “chavista”,
como parecen empeñados en calificarlo unos cuantos ignorantes. Es reformista y
punto. No digo estas cosas en un sentido negativo ni positivo. Constato.
¿Representa un nuevo modo de hacer política? Creo que no,
con matices. Tras decantar su modelo organizativo, ha optado por un modelo más
bien organicista, muy similar al de los partidos que ellos denominan “de la
casta”. El matiz es que parecen intentar hacer compatible las fórmulas
institucionales y orgánicas con las asamblearias. Francamente, lo veo difícil.
En ese sentido, me parecería oportuno que abandonasen las actitudes mesiánicas
y, por supuesto, las descalificaciones hacia otras organizaciones de la
izquierda tradicional. Por razones
lógicas, pero también, por razones tácticas. La única manera de desbancar a la
derecha recalcitrante del PP y satélites será casi con seguridad mediante
pactos de diversa índole.
Sea como fuere, y con estas interrogantes por medio, me
parece interesante que “Podemos” persista y se afiance. Desde luego rechazo
categóricamente los intentos de torpedeo que sse están produciendo, nacidos
sobre todo del miedo a una supuesta “inestabilidad” o “desestabilización”. De
estabilidades con vocación totalitaria creo que ya hemos tenido bastante.
1 comentario:
Me gusta, pero con matices.
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