El ministro De Guindos ha dicho de nuevo que en 2015 los
españoles ya no tendrán miedo a perder su trabajo. Clarividente. Hay más de
cinco millones de personas que están paradas y, por consiguiente, no van a
padecer ese temor; del mismo modo que yo no tengo miedo a perder mi colección
de Picasso, puesto que ni la tengo ni hay perspectiva alguna de que llegue a
poseerla. Y los que trabajan con contratos temporales y/o precarios, tampoco
deben asustarse, ya que saben de sobra que su empleo es “como la flor del heno”
y prescribirá inexorablemente en el plazo fijado. Tampoco los jóvenes que
todavía no han tenido ocasión de trabajar, ni parece que vayan a conseguirlo,
han de preocuparse Conclusión: este sujeto es un perfecto cínico.
Otro miedo, un miedo alimentado desde los altos y sublimes
poderes europeos: como Syriza gane las elecciones en Grecia va a sobrevenir el
caos, los griegos y los europeos en general van a soportar un cataclismo
político de dimensiones inimaginables. Más o menos lo que acaecerá si Podemos
alcanza el poder en España, desastre que numerosas encuestas pronostican en
tono de alarma.
Puede ser, tal vez los agoreros tengan toda la razón del
mundo y nosotros debamos ser presas del temor, incluso del canguelo o jindama,
que todavía suena más fuerte. Sin embargo, creo que nos hablan de un miedo
hipotético, olvidando el miedo real, el que ya conocemos. Personalmente
prefiero combatir este último: me da miedo que la derecha española, encarnada
en el PP, vuelva a ganar unas elecciones, puesto que ya sabemos cómo las gasta.
Recortes en derechos sociales, precarización del trabajo; endeudamiento masivo
del Estado, pese a todas esas medidas de presunta austeridad… Corrupción a gran
escala…
¿No es para tener miedo?
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