miércoles, 14 de febrero de 2007

LA MINISTRA Y ESQUILACHE



La Ministra de Sanidad, doña Elena Salgado, parece dispuesta a meterse en todos los barrizales que halla a su paso.
Comenzó ejerciendo con el tabaco una línea intervencionista en los hábitos privados. Y está bastante claro que el tabaco no es saludable, pero también parece probado que los hábitos no se modifican por real decreto, máxime si el decreto es radical y súbito. A mi me resulta penoso ver esas pandillas de fumadores en el exterior de edificios públicos y empresas privadas, lugares en los que no existe un mísero rincón para fumarse un cigarrillo sin molestar a nadie. Además, ha excitado los instintos histéricos represivos de ciertos no fumadores, de forma tal que las relaciones entre el fumador respetuoso (que existe) y sus semejantes no fumadores radicales se han enturbiado considerablemente.
Ahora le toca el turno al vino, porque lleva alcohol, pues claro que lo lleva. Este País, como cualquier país mediterráneo debe al vino placer, buenas relaciones sociales y ventajas económicas. Una España sin vino, o una Italia, o una Francia, no serían ni España, ni Italia, ni Francia. Y esto no es cosa de los bodegueros, que efectivamente pueden verse perjudicados, sino de la ciudadanía en su conjunto.
Y los menores de edad son rehenes en ambas campañas de salubridad pública. Tocante al tabaco, la última ha sido lo del mando a distancia para activar las maquinitas de los bares, que no sé si reducirá el consumo de cigarrillos entre los mozalbetes, pero lo que está claro es que engordará notablemente las cuentas bancarias de los fabricantes del dispositivo electrónico; también afectará a la ya compleja tarea del camarero, obligado a fortiori a complementar su ya fatigosa servidumbre ordinaria con el ejercicio de la labor policial sobre las expendedoras del funesto vicio.
Que los jovencitos no se harten de cerveza y calimocho parece ser el objetivo principal de la futura ley semi-seca. Nada que decir sobre los atracones de la saludabilísima coca-cola. Entre tanto, el botellón sigue y seguirá campando por sus respetos y, si no, al tiempo. Para mi que sería mucho mejor enseñar a los jóvenes a beber con un buen criterio epicúreo, que emperrarse en ponerlos a leche merengada y sensacionales batidos de soja.
Digo yo que la Señora Ministra tenía que haberse acordado del Marqués de Esquilache y su bronca de los sombreros y las capas. Y es que no se ganó Zamora en una hora, ni es fácil ni prudente intentar modificar hábitos seculares de un plumazo. ¿Que aquí no habrá motín? Pues claro que no, pero sí toneladas de cabreo sordo.
Para acabar de arreglarlo, nuestra cuáquera Ministra le ha puesto a huevo al ciudadano Rajoy una baza cantada. ¡Anda que no se ha dado prisa en fotografiarse con un copazo de tinto del Bueno!
¿Para cuándo una política así de intervencionista en asuntos como el urbanismo, la economía financiera y otros etcéteras? Oiga: al vado, o a la puente, que dicen en mi pueblo.

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