domingo, 14 de octubre de 2007

UN DOS DE MAYO


Oigo, Patria, tu aflicción
Y escucho el triste concierto
Que forman, tocando a muerto,
La campana y el cañón...

(Oda al Dos de Mayo. Bernardo López García)

Pasó la histeria patriotera del 12 de octubre. Pesadilla. Todavía no se me ha borrado de la vista la imagen del jefe de la oposición en figura de cheerleader con su banderita a la altura del bajo vientre y cara de circunstancias. Este hombre carece de sentido del ridículo; ignora qué puñeta es eso.
También he tomado buena nota de qué es lo que hay en el fondo de todo el despliegue de amor a la patria. Los rebuznadores eligieron el momento adecuado, el momento solemne en que se conmemora a las mujeres y hombres que se dejaron el pellejo por esos mundos de Satanás cumpliendo misiones militares, para berrear contra el Presidente del Gobierno. Está claro cuál era su prioridad. En realidad les importan un bledo España, el Rey, la Bandera y todo ese belén. Sólo utilizan ese tinglado para arrear estopa a sus enemigos, que no rivales, políticos.
Pues ahora nos espera otra: la conmemoración del dos de mayo de 1808, fecha en que los españoles se rebelaron contra la invasión napoleónica de nuestro País. Miren que no digo “francesa”, sino “napoleónica”. Fue el delirio de grandeza de Napoleón Bonaparte la causa de aquella aventura; no la voluntad del pueblo galo, por el que personalmente siento aprecio y, ocasionalmente, admiración.
Añadamos que la hazaña de Bonaparte no hubiera sido posible sin la eficaz colaboración de los Borbones. Hay que recordar cómo en aquellos momentos se producía el Motín de Aranjuez, un golpe de estado del príncipe Fernando contra su propio padre, Carlos IV y contra su valido y cornífice Godoy. No perdamos tampoco de vista la abdicación del citado monarca a favor de Napoleón, ni la desdichada prisión orgiástica de Fernando en Valençay, o su brutal retorno al trono de España. El tratado de Fontainebleau no ha de caer en olvido, digo yo.
Sea como fuere, la Guerra de la Independencia es un momento de la Historia de España poblado de luces y sombras. El indiscutible heroísmo de muchos españoles, que, por cierto, ya sabemos cómo fueron premiados por el villano monarca, se mezcla con la traición monárquica a su pueblo. Por otra parte, la extraordinaria constitución de 1812 tiene su contrapunto oscuro en la trama oscurantista protagonizada por el clero y las restantes fuerzas reaccionarias.
Así que no estaría mal que la razonable conmemoración de la Independencia se planteara a modo de reflexión histórica, y no de fanfarria patriotera. Pero me temo que no va a ser así.
De momento, ya tenemos a Doña Esperanza Aguirre y a Don Alberto Ruiz Gallardón enzarzados en otra de sus riñas por un quítame allá esas comisiones, daca esas fundaciones. Y, visto cómo se ha planteado la derecha lo del 12 de octubre, cabe echar las barbas a remojar para prevenir lo que nos espera en mayo de 2008.

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