martes, 13 de noviembre de 2007
TIRARSE AL MONTE
La política internacional es normalmente muy aburrida. Cualquiera que haya participado en un foro político internacional convendrá conmigo en que el sentimiento dominante entre los que allí participan es el del aburrimiento, el tedio. La gente guarda las formas hasta tales extremos, que es casi imposible adivinar la intención real de sus discursos. Desde el famoso zapatazo de Kruschev, casi nunca se ha visto una anécdota pintoresca o llamativa en ese tipo de conferencias. Personalmente he tenido el discutible honor de sestear numerosos encuentros internacionales de diversa índole y a lo mejor respiro por la herida, así que ustedes dispensarán.
Por eso me encantó el incidente de Chile, cuando el ciudadano Chaves se soltó el pelo, Don Juan Carlos se puso bravo y Zapatero, a su modo, echó su buen cuarto a espadas. Por eso no participo en absoluto de la opinión leguleya y ordenancista de quienes deploran, lamentan o ponen en mesurada tela de juicio las actuaciones de este novedoso trío de la bencina.
Creo que los ciudadanos nos sentiríamos mucho más próximos a la política si sus dignos gestores le echaran un poco más de salero, algo más de humanidad. Hombre, no quiero decir que hayan de andar siempre a la greña, pero sí que se atuvieran un poco a lo de Quevedo: “¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de pensar lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
Probablemente este desparpajo verbal evitara crispaciones de mayor calado, quiero decir, mala leche.
Así que me parece una memez eso de que ahora haya que retirar el Embajador de Venezuela, en plan princesas agraviadas, cuando las relaciones con ese país son vitales para España en multitud de asuntos. Eso sí que sería tirarse al monte de mala manera. Pero es que los proponentes de tal disparate diplomático ya nos tienen habituados a actitudes trabucaires en casi todo: en lo de la lucha contra el terrorismo, en lo del juicio del 11M... En todo.
Pero vuelvo a lo mío: un poco más de chispazo directo en la política y menos abucheo y vítor parlamentario, ¡qué diablo!
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