sábado, 8 de diciembre de 2007
EL GRADO CERO DE LA POLÍTICA
Acabo de enterarme por la prensa de que unos estrategas que, por lo visto, hay en La Moncloa están realizando propuestas de moderación, tranquilidad, seguridad, serenidad y otros sugestivos conceptos, con vistas a ganar las próximas Elecciones Generales.
Estos mismos genios pretenden capturar el voto de las personas sin ideología, lo que me parece un interesante hallazgo, ya que la definición puede alcanzar aproximadamente a un ochenta por ciento del electorado. Está claro que si el ochenta por ciento del electorado vota a un partido, ese partido ganará de goleada. Parece el invento aquel de los guardias de la zarzuela (La Verbena de la Paloma, no el Palacio Presidencial).
Paréntesis: ¿y los sabios que había fichado Zapatero, qué pintan en todo esto? ¿No iban a ser unos cuantos Nóbeles los que orientasen las líneas políticas de la nueva etapa socialista? ¿En qué quedamos?
Seguimos en la frenética búsqueda del centro, pese a que nadie sepa con exactitud que es eso del centro. Por lo que logro desentrañar de las originales propuestas de los brujos monclovitas, el centro debe de ser una especie de nirvana, dentro del cual no existen pasiones, deseos ni dolores; una situación larvaria en la que podemos permanecer sin inquietud ni padecimiento los mortales que tuviéramos la ventura de acceder a semejante estado de perfección.
Pues no me interesa.
Me recuerda demasiado antiguos lemas jesuíticos, como aquello de “en tiempo de aflicción no hacer mudanza”. Además, me parece extraordinariamente aburrido.
Supongo que un elector, como cualquier bicho viviente, necesita que le propongan algo estimulante que apoyar, o reclama algo detestable que rechazar. ¿O es que nos estamos convirtiendo en una deprimente partida de zombis?
La creciente abulia política de los ciudadanos no va a ser combatida mediante fórmulas tan timoratas y, sobre todo, tan faltas de definición. No se trata de que nadie se tire al monte, pero sí de que las posiciones políticas queden precisas y diferenciadas. Zapatero llegó al poder precisamente porque tomó en su día decisiones valientes y arriesgadas, dentro, eso sí, de una extraordinaria suavidad en las formas. ¿O es que ya nos hemos olvidado de eso?
Incluso la decisión de intentar la vía de la paz mediante el diálogo fue una determinación firme y precisa, con independencia de sus resultados.
Espero que el buen criterio del Presidente desoiga consejos tan desafortunados, en mi opinión, y logre marcar con propuestas claras de progreso esta incipiente campaña.
Colofón: con todos los respetos debidos a los no ideologizados, digo que también los aún ligeramente ideologizados tenemos nuestros derechos. ¿O no?
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