martes, 29 de enero de 2008

EL POLVO AFRICANO



Un polvo africano es una cosa muy seria. No hay más que ver la foto para darse cuenta de que un polvo africano es algo tremendo, descomunal.
Un polvo europeo o asiático, incluso americano, no vale un pimiento, si se compara con el africano auténtico.
Las consecuencias de este tipo de coyunda son de la más diversa índole, ya que, además de la consabida procreación y el presumible gustito, común a cualesquiera otras, el polvo africano trae resultas incluso meteorológicas.
Eso no se sabía hasta hace muy poco, cuando Madrid apareció durante días y días cubierto de una espesa capa de polución, que algunos ignorantes atribuyeron erróneamente a la masa de vehículos automóviles contaminantes que puebla la villa y corte. Otros le echaron la culpa a las calefacciones y restantes fuentes tradicionales de embasuramiento urbano.
Pero hete aquí que la Señora Concejala de Medio Ambiente, asesorada indudablemente por los numerosos cargos de confianza y expertos que la rodean y cobran por ello sustanciosos emolumentos, explico que no, que no era eso, que la culpa la tenía el célebre polvo africano.
Pues seguramente no será un solo polvo, digo yo, sino multitud de ellos. Polvos de toda índole, muchísimos polvos, una orgía completa, vamos. Porque la verdad es que en este puñetero pueblo no hay quien respire.
Se impone subvencionar a innumerables oenegeses para que emprendan de inmediato una extensa campaña de continencia sexual en África, a ver si esto para y disfrutamos de unos gramitos de oxígeno puro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El polvo africano es un clásico de las leyendas urbanas. Mitos, mitos...