viernes, 11 de enero de 2008

FELIZ JUBILACIÓN, MAJESTAD




El setenta cumpleaños de Don Juan Carlos de Borbón ha resultado todo un acontecimiento. Además del pedazo de almuerzo que se marcó el personal de élite invitado, con su anecdotario simpaticote y todo, la televisión nos regaló un rosario de felicitaciones al monarca por parte de una serie de personajes ilustres o notables por uno u otro capítulo. Todos con su “Feliz, feliz en tu día...” Sólo les faltaba añadir el coherente: “¿Cómo están ustedeeeees?”
La mitificación turiferaria de la figura de este hombre durante la pre – transición, la transición y los años posteriores alcanzó un verdadero paroxismo en los medios de comunicación, de forma tal que cualquiera hubiese pensado que la reciente historia de España fue idea suya y sólo suya, lo cual es una evidente falsedad, o, al menos, una notable distorsión. Por poner un ejemplo, todavía está por averiguar y hacer público el proceder exacto de la Monarquía en la oscura fecha del 23F.
Preciso es reconocer que tras la muerte del Dictador Franco los llamados “poderes fácticos”, como el Ejército, que afortunadamente ya no lo es y la Iglesia Católica, que a la vista está que lo sigue siendo, o, por lo menos lo intenta denodadamente, hubieran podido liar un buen cristo, de no haber por ahí un cortafuegos como la Monarquía. Monarquía, por otra parte, avalada por propio zorro de El Pardo y por nadie más (ni menos). Pero de ahí a semejante magnificación mediática hay un buen trecho.
En términos personales, Don Juan Carlos es un hombre que cae simpático. Su evidente bonhomía, esa naturalidad con que puede soltarle en la cara al Presidente de Venezuela un buen improperio, incluso los cotilleos que le atribuyen algunos devaneos netamente borbónicos, encajan perfectamente con los gustos de nuestra ciudadanía. Yo he tenido la oportunidad de coincidir personalmente con él (ojo, mezclado en grupos numerosos) y la verdad es que se trata de un caballero que emite eso que llaman los cursis “buenas vibraciones”.
El caso es que acaba de cumplir los setenta años, edad tope de jubilación para la mayor parte de los ciudadanos, de modo que no estaría mal que, como primer ciudadano de España, don Juan Carlos se acogiese de buen grado a este merecido beneficio.
Pues no hay que descartarlo. De hecho, con los laudes y loores por él recibidos en estas señaladas fechas, de ha mezclado una más que sospechosa presencia del Príncipe Felipe, el presunto heredero. ¿No estaremos en vísperas de una abdicación, que es como se denomina la jubilación de los reyes?
Sea como fuere, todo huele a que la Tercera República Española, que algunos deseamos con interés, va a tener que esperarse un buen rato.

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