viernes, 18 de enero de 2008
¿QUÉ CULPA TIENE STANISLAVSKI?
Tiempo hace que uno llego a la convicción de que el teatro no es nada terapéutico. Todo lo contrario: el teatro es, más bien, una saneada fábrica de orates. O, al menos, de personas notablemente excéntricas.
Cuanto más insisten determinadas escuelas en aplicar técnicas de implicación psicológica, anímica o, incluso, esotérica, más consiguen incrementar el número de zumbados dramáticos. Este tipo de tinglados más o menos sectarios invocan con frecuencia en su justificación no sé qué cosa denominada “Método Stanislavski”, o, simplemente “El Método”.
Mi impresión personal es que los mentores de tales inventillos no han leído ni uno solo de los libros del maestro ruso, puesto que, si lo hubieran hecho, habrían descubierto que no hay en ellos una maldita línea que aluda a terapias; ni siquiera que apueste por invadir la intimidad del sujeto ni, aún menos, por hacerlo con técnicas agresivas.
Digamos que una cosa es la introspección, ordinariamente saludable, y otra el machaque de corte sadomasoquista. Y añadamos que a don Konstantin se le pueden achacar muchos errores, pero nadie se atrevería a afirmar que fue un sujeto dogmático o sectario. En mi opinión, el mayor mérito de este caballero estriba en haber aplicado criterios racionales y articulados al aprendizaje del actor y al teatro en general.
Como ramificación del tema, me choca encontrar en los historiales (curricula, si se prefiere), que continuamente recibo, manifestaciones (casi invocaciones) al “maestro” con que estudió el solicitante. En lugar de decir “he estudiado en...” se insiste en la afirmación “he estudiado con...” Yo creo que en muchos casos el sujeto asimila su relación con el educador a la que un paciente establece con su psicoanalista. Claro que es una mera conjetura.
Pues, volviendo al inicio, en aplicación del prestigioso método de la pescadilla de rosca, digo que, si aplicando pedagogías normales y no invasoras, ya salen por ahí tantos actores ligeramente tocados, no te digo nada si han pasado por cualquiera de los numerosos manicomios teatrales que proliferan y medran.
Pero, por favor, que nadie le eche la culpa a don Konstantin Stanislavski.
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1 comentario:
Amén.
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