miércoles, 6 de febrero de 2008

FIN DEL CARNAVAL



Miércoles de ceniza. Fin del Carnaval. Lo que no parece tener fin es una campaña electoral tediosa y prolongada. No sé quién se sacaría de la manga lo de la pre – campaña; tampoco tengo nada claro en qué se diferencia la “pre” de la campaña propiamente dicha. Claro que hay algún partido, como el PP, por no mencionar a nadie en concreto (a la manera de monseñor Blázquez, que tampoco menciona a nadie), que lleva en campaña desde que perdió las últimas elecciones generales. En fin, resignación, que llegue pronto el nueve de marzo y todos a votar de mejor o peor gana, pero a votar. Y el que decida no hacerlo, luego las reclamaciones al maestro armero.
Sobre el Carnaval ya han hecho reflexiones muy sesudas todo tipo de antropólogos, historiadores y folcloristas, con que no me voy yo a meter en la competición, porque llevo una temporada muy poco competitivo.
El Carnaval como manifestación dionisiaca, turbulenta y espontánea pasó a mejor vida años ha. En general lo que ha sucedido con esta fiesta antaño popular y desmadrada es que se ha institucionalizado, en unos sitios más y en otros, menos. Hay ciudades, como Madrid, que antaño tuvo sus tradiciones de mascaritas y destrozonas, donde este año la fiesta ha alcanzado sus mínimos. El único vestigio carnavalesco ha sido el desfile municipal con sus principales componentes religiosamente pagados, gente profesional. Ese Carlos IV, el temita del dos de mayo... ¡Uf!
Claro que sin Cuaresma, es complicado que haya Carnaval. ¿Y quién se acuerda ya de la Cuaresma? Creo que, incluso los que se declaran confesionalmente católicos, los viernes se ponen de morcilla y chorizo hasta las cejas y lo del ayuno en las fechas prescritas, ni por pienso; no digamos nada de la abstinencia.
No seré yo quien eche de menos la Cuaresma, pero sí hay una faceta de las Carnestolendas que no estaría mal recuperar, como es la insolencia crítica del disfraz, de la chirigota y de la murga. Sólo me la encuentro parcialmente en algunas chirigotas “ilegales” de Cádiz. ¿Es que no hay nada contra lo que descararse, o es que hemos perdido el don de la desvergüenza?
Hay quien dice que ahora es que estamos de Carnaval todo el año. Lo dudo. Otra cosa es que se pueda andar de desparrame cualquier día de la semana, pero eso no tiene absolutamente nada de subversivo, ya que se trata de desmadres canónicos y hasta patrocinados por marcas comerciales; o sencillamente tontorrones, como sucede con eso del botellón.

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