miércoles, 21 de enero de 2009

¡GLORIA A LA HORTERADA!



Ayer dediqué un buen rato a contemplar la exaltación o epifanía de Barak Obama en su elevación a la más alta magistratura del mundo controlado (que incontrolado también lo hay, pero parece que cuenta menos).
Todavía no he salido de mi asombro, así que comentaré desordenadamente algunas reacciones y ocurrencias a propósito del acontecimiento.
¡Cómo son esos gringos!
Primero: el concepto de desfile. Una ingenua y admirable exaltación de la horterada, la cosita más feosa o kitch que jamás hubiera podido idear una mente adherida con toda firmeza al absurdo. Había que ver aquellas bandas de gordos y gordas en los atuendos más extravagantes agitando pompones y banderitas. ¡La madre que me parió!
Pues con todo y con eso, debo confesar mi infinita admiración ante semejante panda de desinhibidos. A ningún país europeo se le ocurriría montar un circo así para celebrar cualquier solemnidad nacional. Pero es que a estas criaturitas no les parte un rayo. Encima, daba la impresión de que todas esas alucinantes comparsas participaban en la función con auténtica alegría: Instituto de secundaria Abraham Lincoln, Club de señoras gastrónomas de Kentucky, Combo de señoritas baptistas de Alabama, Asociación de Jugadores de Petanca de Gary (Indiana)… ¡Todos!
Luego estaba la familia presidencial, con las niñas vestidas por un republicano radical especialmente animoso contra los Obama. Y la histórica Biblia para jurar piadosamente encima portada por la nueva primera dama, que también llevaba un traje amarillo de cágate lorito.
Popular, todo muy popular.
Claro que en contraste con tal exhibición de campechanía, el presidente y sus invitados asistían al desfile metidos dentro de cuatro toneladas de cristal blindado. Por si las moscas. El deporte nacional del tiro al presidente parece formar parte de todas esas tradiciones USA tan exaltadas por los patriotas norteamericanos; así que mejor no andarse con tonterías, que no todo va a ser pollo de Kentucky y cortar el césped de la vivienda unifamiliar de los Simpson. Por cierto: no es éste el hábitat mayoritario de la población americana, eso es cosa de las películas.
Reconozco que a mi estás cosas me conmueven y, al mismo tiempo, me ponen los pelos de punta. Estos son capaces de cualquier cosa. La mejor y la peor, creo.

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