miércoles, 4 de febrero de 2009

HORCAJO NO ES UN CABALLERO



Todavía siguen los coletazos del asunto Wyoming con Intereconomía.
Por si ustedes no lo sabían, se trata de una cadena de televisión de esas que se le aparecen a uno desde que se apuntó a la TDT. Normalmente saltas inmediatamente con el mando a distancia, para caer en otras encantadoras propuestas como: “El manso rebaño del Señor”, “Saldos de mobiliario para enanos”, o “España Cañí”. Cosas por el estilo, si no ésas mismas, que te impulsan a liquidar pilas del mando a toda velocidad.
Ahora, gracias a la humorada de Wyoming algunos nos hemos enterado de la orientación de ese engendro televisivo, casposo y facha a más no poder. Pero que no se hagan ilusiones, porque personalmente no me detendré un segundo en el canal correspondiente, pese a la benévola publicidad gratuita que les ha regalado “El Intermedio”.
En cambio seguiré abonado al programa de Wyoming, porque me declaro franco partidario de su línea, de su equipo, de su malévolo director... De todo.
No pienso molestarme en romper una lanza a favor de la trastada que les ha gastado este pequeño genio a los cutres intereconómicos, porque ya lo han hecho muchos otros.
Sin embargo me gustaría retar a un duelo a espada al Xavier Horcajo ése, porque en mi rancia educación ibérica eso de llamar “puta” a una señora es una villanía sin nombre. Y, si esa señora es nada menos que Beatriz Montañés, de quien me declaro platónicamente enamorado, triple mosqueo.
Es una lástima que los duelos estén prohibido, porque, si no, ya andaba buscando padrinos para enviárselos a ese innoble sujeto. ¡Carajo con los “caballeros” de la derechona! También podía cruzarle la cara con un guante personalmente, pero nunca sé dónde he echado mis guantes; los pierdo por sistema, y eso que mi suegra se obstina en regalarme un par cada Día de Reyes.
Un último inconveniente: según todas las reglas del honor, un hidalgo (como yo) no puede batirse con un villano (como Xavier Horcajo). De otro modo, le hubiera lanzado inmediatamente acusaciones de “ofensa” y de “mentís”, que ambas corresponden al caso.
Pero, a pesar de todos esos inconvenientes, que conste que me quedan ganas.

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