jueves, 12 de febrero de 2009

MAGNICIDIOS DE LA HISTORIA



El barón visigodo (tardío) Funámbulo Errático estaba siempre inquieto por miedo a un magnicidio en su misma persona, lo cual era perfectamente lógico. Siempre mosquea ver corrillos por todos los rincones de palacio, correveidiles trayendo y llevando especies ordinariamente maliciosas y transacciones dinerarias de origen y destino más bien confusos.
Fue Funámbulo Errático hombre dicen que pulcro sobremanera, célebre por sus hábitos de higiene, ya que tenía por norma lavarse las manos no menos de tres, y aún cuatro, veces por semana.
No se entenderá así como así que, pese a esta y otras saludables costumbres, llegara a ser tan malquisto por tanto enemigo encarnizado, dentro incluso de su alborotada corte. Farautes y sicofantes retribuidos por no se sabe cuáles de sus vasallos o feudatarios no paraban de propalar infundios y malévolas coñas contra la afligida persona del magnate, a quien, por así decirlo, ya no le cabía un piñón en el culo, tan alarmado llegó a andar.
Así estando las cosas, acordó adoptar medidas urgentes, encaminadas a manifestar ante la plebe cómo tanta hablilla sólo se hallaba fundada en asechanzas de malignos barones de otras baronías, malotes y embaidores de por sí y de siempre.
Convocó, pues a todos sus cortesanos y dependientes a un magno banquete y a él fue reclamado un habilísimo artista local, quien había de inmortalizar el evento en un cuadro que llevaría el título “Banquete de la armonía”. Y así se hizo, no sin haber rotulado antes en la puerta del simposio un letrero donde se decía bien claro:
“DEJEN SUS PUÑALES EN LA ENTRADA”.
Nunca se entenderá cómo, pese a lo sutil del mensaje y del resto de la estratagema, pereció Funámbulo Errático no mucho tiempo después bajo los afilados estiletes de los sicarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Plasplasplasplasplas.