viernes, 15 de mayo de 2009

ARTE DEL BERRIDO Y CIENCIA DEL ABUCHEO



El berrido, según la Real Academia de la lengua es la voz del becerro y otros animales que berrean. También, grito desaforado de persona. La connotación animal salta a la vista. Cuando alguien, individual o colectivamente, se expresa mediante berridos, está desdeñando la facultad humana de usar el lenguaje articulado.
La génesis del berrido en los colectivos, manadas o rebaños animales es fácilmente detectable por un observador normal. El individuo “A” berrea por cualquier motivo, y entonces se produce una reacción en cadena, que desemboca en berrido colectivo y de ordinario disonante.
En los grupos humanos, asimilados al grupo animal, sucede algo semejante: alguien berrea, aúlla o, en concreto, abuchea, y aquí surge el berrido, aullido o abucheo colectivo. Mira que es simple, ¿eh?
Hace pocos días se produjo una grita (confusión de voces altas y desentonadas) en la final de la copa del Rey, y esa conducta zoológica ha hecho correr ríos de tinta y de chips en todo el ámbito del Estado Español. Se ve que casi nadie se percató de una explicación semiótica tan obvia como la que acabo de exponer sucintamente. Algún energúmeno individual o colectivo dio en berrear, y el carácter contagioso de esta forma elemental de expresión hizo el resto.
Tampoco había que echarse las manos a la cabeza ante un fenómeno tan corriente. Por ejemplo en el Congreso de Diputados estas manifestaciones se producen con insistente machaconería. En el reciente debate sobre el estado de la Nación se puso de manifiesto una vez más. Nada dejaron que envidiar sus señorías a las masas de “hinchas” (expresión en desuso) aullantes de la final copera. Y, sin embargo, se supone que estos caballeros son personas más o menos ilustradas y, desde luego, racionales.
Y es que el sapiens sapiens conserva vínculos indisolubles con su parentela perteneciente a otras especies del fascinante mundo animal. A nadie se le ocurriría criticar a la oveja merina, o al mono aullador o saraguato porque se líe a berrar en pandilla ante cualquier género de estímulo (alarma, mosqueo o circunstancia afín); así que no comprendo por qué se meten con la horda humana berreante.
Hombre, algo sí que choca que una bancada parlamentaria se transfigure en horda. Bastante más que si lo hace una horda futbolera propiamente dicha.

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