jueves, 21 de mayo de 2009

PAPÁ: ¿PUEDO ABORTAR?



Imaginar escenas imaginadas por otra persona resulta difícil, pero es muy entretenido. Además, es gratis. Si uno conoce opiniones vertidas por el supuesto imaginador, siempre se simplifica algo el proceso. A mi me divierte este pasatiempo, del que tampoco se trata de sacar ninguna hipótesis fiable, pero ya digo que es un pasatiempo sin más pretensiones.
Por ejemplo, imagino una escena imaginada por algún político de la derecha, tras la reforma de la ley del aborto, ésa que permite a una mocosa de dieciséis años ir a abortar sin autorización paterna:
- Papá, mira que he pensado que voy a abortar.
- ¿Y eso?
- No, que me ha dado por ahí, me ha apetecido.
- ¡Vaya por Dios! Eso es que habrás estado follando sin mi autorización.
- Ya sabes. Es que soy muy promiscua.
- Pues también podías haberme pedido una autorización de promiscuidad.
- Claro, pero es que no caí en la cuenta. Creo que iba algo acelerada.
- Por lo menos, haber usado un preservativo.
- ¡Ni hablar! La Jerarquía Católica afirma que el condón sólo sirve para propagar el SIDA, y maldita la gana que tengo yo de ponerme enferma.
- Bueno, pues la píldora poscoital. Ahora la despachan sin receta, ¡qué vergüenza!
- Dicen los más autorizados galenos y boticarios que eso es una bomba para el organismo y a mi me interesa mucho mi organismo, y no sólo a mi, ¿sabes? Porque algunos colegas...
- Déjalo, no entremos en detalles. Por lo menos traerás un impreso normalizado para lo de la autorización. ¡Pero qué cabecita loca! En fin...
Ignoro qué tipo de relación paterno – filial suponen o imaginan el señor Rajoy y sus adláteres, pero me suena que no es demasiado realista. Las ideas que la Iglesia Católica sustenta en torno al sexo sí que están perfectamente claras y, por desdicha, intentan proyectarlas al territorio de la política y al del derecho. Siguen emperrados en mezclar su concepto moral del “pecado” con el concepto jurídico de “delito”. No consiguen enterarse de que con sus feligreses pueden mangonear lo que les dé la gana, pero al resto de los ciudadanos, que nos dejen vivir en paz.

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