domingo, 9 de mayo de 2010
SABIOS
Tales de Mileto fue uno de los siete sabios de Grecia. Según cuenta Aristóteles y corroboran otras autoridades, Tales no se limitó a la especulación filosófica, sino que aprovechó su notable talento para aplicarlo a la especulación económica. Por ejemplo, analizado que hubo las condiciones climáticas y astronómicas venideras en su patria, dedujo que se venía una cosecha de aceitunas fenomenal. En vista de eso se dedicó a comprar todas las almazaras de la comarca y lindantes, con el objeto de alquilarlas a precios bien altos llegada la estación idónea.
Eso de que los sabios están siempre en la luna y, por ende, en la inopia, no creo yo que tenga mucho fundamento.
Felipe González Márquez es otro sabio de tomo y lomo. Prueba de ello es que, según fuentes bastante bien informadas, también está forradísimo. Felipe ha salido tan listo para los negocios, como Tales de Mileto; o más, si cabe, porque un rico en la Grecia antigua no amontonaba el pastazo que puede acumular un rico en plena globalización capitalista. Son otras dimensiones.
Por ejemplo, Tales nunca llegó en sus maniobras lucrativas más allá de Mileto y Quios; en tanto que González, más amplio de miras, dicen que ha brujuleado lo suyo allende los mares, hasta las lejanas Américas y al África misteriosa y a la Asia ubérrima.
La capacidad de predicción, no sólo la habilidad fiduciaria, es prenda que adorna ordinariamente a los sabios. Así, Tales fue capaz de predecir un eclipse solar con muy considerable anticipación. Del mismo modo, González acaba de predecir la que se nos viene encima a los europeos, como no vayamos adoptando medidas urgentes. Lástima que no le viniera el don de profecía un poco antes, cuando cooperó a construir el sistema económico y financiero causante de todos estos males.
Hay quienes afean en la profecía vigente que proponga recetas en su mayoría liberales y capitalistas más o menos manidas y preconizadas ya por otros colegios de arúspices y popes. Puede que tengan razón.
De lo que no cabe la menor duda es que un sabio es un sabio y no merece la pena llevarle la contraria, porque no te va a hacer ni puto caso.
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