miércoles, 18 de mayo de 2011

ME PARECE QUE YO SOY ANTISINTAGMA



He descubierto con júbilo que no soy antisistema. Estaba preocupado, porque, al parecer, ser antisistema es descalificante, te pone a los pies de los caballos. A decir de autorizados expertos, ciertos políticos y bastantes medios de comunicación, lo siguiente ya es “terrorista”, “hereje”, “antisocial” y cosas semejantes. De modo que cuando a las personas que de un modo u otro apoyamos (con los debidos matices, oiga) las iniciativas de Democracia Real Ya, se nos moteja con el palabro, no tenemos más remedio que ponernos a pensar en qué tipo de maldades, pecados o delitos estaremos incursos.
Por eso he reflexionado y, fruto de esa reflexión, he determinado que yo no soy “antisistema”, sino “antisintagma”.
Me explico: Primero Ferdinand de Saussure y luego Roland Barthes dejaron bien clarito que los signos se relacionan en sintagmas y en sistemas. Las relaciones sintagmáticas son relaciones “in praesentia”, o sea, presentes, efectivas, visibles incluso para el más zote o cegato. En cambio, las relaciones sistemáticas (o paradigmáticas) se producen “in absentia”, en ausencia, que hay que echar mano de la abstracción para percatarse de ellas, vamos. Se puede afinar más en semiología, pero tampoco íbamos a aportar gran cosa, así que lo doy por zanjado.
Pues, a lo que vamos: a ver si las relaciones entre los bancos, los gobiernos, el FMI, las agencias de calificación, la judicatura y demás motores del cabreo colectivo no están bien presentes, bien patentes y son sobradamente efectivas. No son ningún ente abstracto, sino una panda de compinches impúdicamente manifiesta.
Así que he decidido que yo no soy antisistema, sino antisintagma. Esta consideración me permitirá dormir más tranquilo y no darme por aludido cuando me motejen.

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