miércoles, 19 de septiembre de 2012

CON LA MÚSICA A OTRA PARTE






Cualquier burro sabe, y, por consiguiente, Ana Botella tiene que saber, que la música es innecesaria, si no dañina, para las personas y las sociedades.

Casi seguro que Mozart murió joven por haber abusado de la música. Chopin acabó tísico perdido por la misma causa, así como Beethoven finalizó sus días sordo como una tapia. Podíamos poner muchos más ejemplos que demuestran cómo la música es completamente nociva y, desde luego, inútil de todo punto.

Sólo los ricos o muy ricos pueden permitirse el vicio de la música; pero, aún así, con grave riesgo para su salud física y mental. Tal fue el caso de Luis II de Baviera, que se arriesgó a tener en casa a Wagner, audacia que trajo consigo la demencia del infeliz monarca.

Nadie ha ganado unas oposiciones a notarías ni a registros de la propiedad a base de entonar ante el tribunal un aria de zarzuela o una canción de Julio Iglesias. Qué bobada.

Sólo a un reconocido ignorante, como Alcuino de York se le ocurre incluir dentro del curriculum de la Escuela de Aquisgrán el “Quadrivium”, revolviendo la inoperante música con asignaturas en verdad importantes, tal que la matemática, la geometría y la astronomía.

Ana Botella y su mariachi han superado, por fortuna, todas esas erráticas antiguallas y han puesto las cosas en su sitio: a la porra las escuelas municipales de música; el que quiera perder el tiempo con una viola o un piano, que se lo pague. Aquí no estamos para vicios.

Por otra parte, la lucha contra la mendicidad callejera debe incluir la eliminación de músicos en el metro y otros espacios públicos. Si evitamos que un montón de jovenzuelos se crean diestros en tañer la guitarra, el acordeón o cualquier otro instrumento, habremos conjurado el riesgo de que se lancen a la calle para contaminar acústica y visualmente un espacio urbano generalmente impoluto.

Así que, chavales, con la música a otra parte.

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