viernes, 7 de septiembre de 2012

HABLA LA LENGUA DEL IMPERIO



Hay que hablar la Lengua del Imperio. Franco ya lo dijo y se lo pasó por los morros a todos los parlantes de lenguas que no fueran la de su quimérico imperio. Otra de sus dañinas fantasmadas, porque aquí lo único que imperaba era la gazuza con la represión. Era un imperio de mentirijillas, de coña.

Ahora dicen que es preciso hablar la lengua de un verdadero imperio. Si no se habla inglés, ni se trabaja, ni se manda, ni casi se existe. Nuestros políticos han sufrido en propia carne la humillación de no hablar ni papa de esa lengua, dando pábulo a toda clase de befas y pitorreos por parte del respetable público, que, por cierto, tampoco suele hablar más que su propio idioma y no demasiado correctamente.

Aquí se ha perdido mucho tiempo estudiando latín, lengua muerta y enterrada, que ni siquiera vale para vender aspiradoras, ni para intervenir en videoconferencias. Virgilio y Catulo jamás escribieron tratados de autoayuda; anduvieron haciendo el ganso con sus versitos de m. Una lástima.

Menos mal que, espoleados por su propio sufrimiento lingüístico y habiendo comprobado que tampoco sus súbditos manejaban el mágico talismán de la lengua anglosajona más o menos pervertida de los que cortan el bacalao, decidieron adoptar medidas heroicas de inmediato. Costara lo que costara.

Y vaya si costó. El bilingüismo en la enseñanza (evitemos el comprometido término “educación”) fue implantado a toda prisa, a trompa y talego, diría un castizo, por los consecutivos Gobiernos sin reparar en gastos ni en daños colaterales.

Si la cruzada se cargaba otras enseñanzas de menor importancia, qué le iban a hacer ellos. Si había que llevarse por delante a profesores de otras insignificantes materias, incluso mediante la contratación de alienígenas “low cost” (en inglés, para que no se diga), adelante con los faroles.

Mientras tanto, se reducía drásticamente el gasto de educación en general, se ponía a la enseñanza a niveles de los años cincuenta, con acumulación de alumnos por aula, reducción drástica del profesorado, racaneo absoluto en los presupuestos ordinarios de los centros docentes. Pero todos bilingües, o bífidos o algo similar.

A lo mejor hubiera bastado con fortalecer y hacer más prácticas las lenguas extranjeras en la enseñanza, porque la verdad es que no resultaban demasiado eficaces por razones que no hacen al caso, pero hubiera resultado menos pintón y casi no habría creado problemas organizativos y curriculares. Así que tiraron por la calle de en medio y se fueron a explicarlo por el mundo con ayuda de intérprete, porque a ellos se ve que les había llegado tarde.

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