domingo, 9 de septiembre de 2012
SALOON
El saloon de las películas del oeste es el mejor exponente de un mundo caótico, donde sólo impera la ley de la fuerza, donde no hay lugar para débiles y pusilánimes. En esos míticos locales se desarrollan las más atractivas peleas a puñetazos y los más brillantes duelos a tiro limpio. ¿A quién no le gustaría tener un establecimiento tan sugestivo y ameno en las proximidades de su casa? Juego, chicas complacientes, alcohol a raudales, dinero fácil pasando de mano en mano…
Por añadidura, el saloon es un pingüe negocio que genera importantes beneficios para sus propietarios y para el conjunto de la comunidad. Crea muchísimos puestos de trabajo de la más variada índole:
Croupier de diferentes niveles
Bailarina con honores de suripanta
Suripanta con honores de bailarina
Chulo, cafiso, maquereau…
Jugador pendenciero
Jugador desplumado por primo
Matón de sala
Matón de puertas
Borrachín de mesa
Borrachín de barra
Sherif vivo
Sherif muerto
Y un largo etcétera.
Pero sobre todo y ante todo está la figura grandiosa de la madama o copropietaria de la casa, un papel que cualquier dama con algo de imaginación e iniciativa desearía desempeñar. Junto a ella, el copropietario mafioso, individuo poderosísimo y de antecedentes normalmente oscuros (o demasiado claros). ¡Vaya parejita!
De ahí mi extrañeza ante las actitudes histéricas e insolidarias de quienes se oponen a la instauración de un macro-saloon polivalente en la Comunidad de Madrid.
¿Es que no ven a la Señora Presidenta en el fastuoso y brillantísimo papel de la madama? ¿No les parece bastante Mr. Adelson para desempeñar airosamente el rol de copropietario mafioso? Pues a ellos les hace ilusión y lo ven francamente atractivo, así que no se entiende que haya gente emperrada en quitarles el capricho.
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