El negro es el color de moda. Nada tiene de extraño, puesto
que el panorama hispánico es bastante oscuro, o a mi me lo parece.
Lo que sucede es que, aunque parezca mentira, el negro tiene
muchos matices. La negrura reinante no es monocroma y hay gente de negro o en
negro de distintas clases.
Por un lado están los usuarios de tarjetas negras, que son
unos cuantos según se va viendo. Estos golfetes o diablillos diz que se han
estado pegando la gran vida a cuenta de una ruinosa entidad bancaria, ésa que
hemos rescatado los pringados de siempre, por filantrópica decisión del
Gobierno. El matiz de negro-desaprensivo o negro-morro.
A escasa distancia en el espectro cromático que comentamos, lo
de la pasta negra repartida por esos llamados paraísos fiscales, que más bien
son limbos financieros o, incluso, infiernos pastíferos (más bien pestíferos).
Sólo las afamadas tintorerías Montoro han realizado el milagro de blanquear a
bajo precio parte de estas tinieblas, y eso sí que tiene mérito. Sin embargo,
la mayor cantidad de esos dinerillos siguen a buen recaudo con su peculiar
invisibilidad. Negro-misterio, o negro-adivina quién te dio, o negro-andana.
En la otra punta, el negro de los que cobran en negro,
porque no tienen más gaitas. Pepe (llamaré Pepe para despistar a todos estos
desdichados y oscuros sujetos) es electricista en paro y hace chapuzas, que cobra
en negro. Pepe tiene un pequeño taller de reparación de automóviles y pilla su
retribución en negro. Cierto que procura encontrar piezas en los desguaces (que
también cobran en negro) para que al cliente no le salga tan caro. Pepe anda
vendiendo naranjas con una carretilla por las calles y el muy malvado no paga
IVA, naranjas en negro. Pepe, que también está en paro, hace pan casero y lo
vende por el barrio a cambio de un euro más negro que la brea… Negro-desdicha o
negro-por cohone.
De vez en cuando el dedo acusador del fisco apunta a estos
últimos opacos por insolidarios y por tramposos. Claro que me da la impresión
de que ellos pueden sospechar que su óbolo a las arcas públicas bien pudiera ir
a parar a los otros negros, a los que mencionaba en los dos primeros párrafos.
¡Malpensados!