Es muy lamentable que se encuentre relegado al olvido un
importante romántico chiclanero[1]
precursor (tal vez maestro[2])
de Don Antonio García Gutiérrez: Don Liberto Marcilla Pbro., quien, tras un
largo periodo de vacío histórico, sabemos que retornó a nuestra ciudad sobre 1810,
en calidad de capellán oficioso de la familia Böhl de Faber – Larrea y profesor
de latín para la joven Cecilia, la que sería conocida más adelante como “Fernán
Caballero”.
Por recientes investigaciones de varios eruditos locales se
ha tenido noticia de lo que éstos denominan “el percance”, lamentable incidente
que propició la sanción eclesiástica que castigó a nuestro hombre, enviándole
de por vida a Benaocaz, como coadjutor de la Parroquia de San Pedro.
Parece ser que doña Paquita Larrea, siempre dispuesta a patrocinar
eventos sociales de gran prestigio, había organizado en mayo de 1812 una gira romántica
en barca por los caños de Sancti Petri, a la que acudiría lo mejor y más
granado del pujante romanticismo chiclanero. Estaban previstas recitaciones,
ofrendas florales y actuaciones de una cantante lírica muy exquisita, Orsola
Sanguinetti, que estaba de visita en casa de los mecenas Böhl de Faber Larrea[3].
El joven Don Liberto Marcilla estaba, naturalmente, invitado,
pues figuraba en el programa como recitador de su Oda a Horacio Cocles, Héroe Romano.
La distinguida familia había provisto la embarcación (lujosamente ornada de
terciopelo y flores de trapo) de un refrigerio de ostiones, parpujas y vino de
Chiclana.
Tal vez fue la excesiva ingesta de este rico caldo, lo que
indujo al desventurado clérigo romántico a (sic) “…tocarle el culo a su
discípula, la joven Cecilia, un pimpollo a la sazón…”[4],
lo que provocó el escándalo de toda la concurrencia, el enfado de doña Paquita
y el lanzamiento al agua del imprevisto libertino por orden de la dama.
La intervención del obispado fue rápida y fulminante, ya que
el desdichado don Liberto, rescatado del agua por unos pescadores, fue enviado
a Benaocaz como segundo coadjutor de la parroquia.
Allí se consolaba de su tedio vital, tan romántico, comiendo
potaje de habichuelas con castañas y componiendo elegías larguísimas, que, por
desgracia, no se han conservado. Sí que la fortuna nos ha regalado su drama
inédito “El Rey Moro de Chiclana o Las burlas del Destino”, recientemente
hallado en una venta de Paterna por el estudioso romántico don Miguel Ángel
Bolaños Bello.
De nuestro clérigo romántico faltan gran cantidad de datos
biográficos aparte de los mencionados. Incluso su magnífico drama romántico no
ha sido jamás estrenado. Hora es de que las autoridades municipales y
provinciales se ocupen de rescatar del olvido a este importante literato local,
aportando generosas subvenciones a las entidades que de ello se encarguen, que
es lo principal.
[1] No se
sabe si de nacimiento o de adopción, porque en los libros parroquiales no
figura, pero sabemos de su infancia en Chiclana y concretamente en la calle
Larga por unas referencias cruzada en varias gacetillas locales.
[2] Este dato
no está testificado, pero sí que existen indicios; ya que el autor de “El
Trovador” visitó Benaocaz en abril de 1.838 y allí pudo coincidir con Don
Liberto, a la sazón coadjutor en la Parroquia de San Pedro.
[3] Era
genovesa y alcanzó cierta notoriedad en su tiempo, pero un amor desdichado la
indujo a abandonar la ópera para meterse a puta en Milán, donde acabó sus días
pobre y olvidada.
[4] En “Lances
románticos en la Chiclana del XIX”. Bláfido Albarisqueta Fenollar. En “Romantic Southern Spanish Review”. Oklahoma
2013.