sábado, 22 de diciembre de 2007

HASTA LA VUELTA


Querido hipotético lector:
Este Asno suyo que lo es se va a tomar una quincena de vacaciones en Chiclana. La foto es de Sancti Petri, uno de mis lugares preferidos hasta que se lo cargue la especulación urbanístico - turística.
Como allí no tengo el internés, no podré publicar nada en estos días. A la vuelta ya contaré.
Pasen ustedes unas felices fiestas, dentro de lo posible.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

EL CONEJO DE PUXEU


El Secretario General de Agricultura y Alimentación, don Josep Puxeu (no confundir con “Pujeu”, que sería tanto como “subid” en Catalán, tal vez con referencia a los precios) nos recomienda que comamos conejo en Navidad. Toda una ocurrencia: “una carne sana, ligera, muy apetecible y barata”, calificaciones también aplicables a otras carnes, como, por ejemplo, la carne de membrillo.
Este tipo de consejo siempre se le ha dado a los pobres, quienes deben cultivar la sobriedad, junto con otras virtudes, como la resignación, la laboriosidad y el respeto a sus superiores. No puede ser que los del eufemístico mote “menos favorecidos” se emperren en zampar cordero, cochinillo, capón gallego y otras bestias reservadas a la mesa del señorío. No digamos nada de la langosta, el camarón y la angula, manjares sólo asequibles a la imaginación, ni siquiera al bolsillo, mejor provista o provisto.
En una sana economía liberal de mercado, el control de los precios por parte de la autoridad competente sería un exceso rayano en la herejía; de modo que el comprador elige con plena libertad entre el besugo cantábrico y el chicharro congelado. Como todo marcha a lo mejor en el mejor de los mundos posibles (Pangloss dixit), no es la codiciosa mala leche de unos cuantos intermediarios conchabados lo que hace subir los artículos alimenticios hasta límites inconcebibles, sino una serie de benéficas leyes, cuyo principal efecto es el de poner a cada cual en su sitio. Así pues, que nadie se oponga al benéfico flujo de estas normas de la naturaleza, y menos una Administración razonable y económicamente correcta.
Y, volviendo a lo del conejo, este pecador confiesa haber liquidado numerosos ejemplares en su pretérita etapa de cazador de escopeta y perro. Solía prepararlos al ajillo, o asados con all i oli, o en escabeche... Hay muchas maneras de tratamiento para el excelente lepórido campestre. También el primitivo conejo casero, el alimentado con hierba y sobras de verdura, aún cuando mucho menos exquisito, tenía su aquel. Pero, oiga, señor Puxeu, los actuales conejos industriales, le aseguro que no valen un pimiento. Aquella carne recia y aromática nada tiene que ver con la blanducha e insípida del nuevo mutante; tan poco como la del aguerrido pollo de corral con su epígono el triste paralítico que yace inmovilizado en las granjas modernas.
O sea, ilustre político alimentario: que el conejo se lo va a comer usted, si lo encuentra así de apetitoso.
Otra cosa es que un ciudadano astuto y gastronómicamente ilustrado no caiga en la estupidez de consumir los alimentos ritualizados para estas fechas, ya que existen numerosas y excelentes alternativas. Es un caso de rebeldía frente a la imposición consuetudinaria. Pero de conejo, oiga, nada de nada.

lunes, 17 de diciembre de 2007

ALBERT BOADELLA NO SE VA



Acabo de leer su “Adiós Cataluña”, que ha obtenido el premio Espasa de ensayo. La conclusión es que, afortunadamente, Boadella no piensa quitarse de en medio. Ni de Cataluña, ni del teatro, ni de ninguna parte.
Me alegro, porque este hombre es fascinante.
Se trata, ante todo y sobre todo, de un campeón de lo políticamente incorrecto, que en los tiempos que corren no es moco de pavo. ¿Que si se pasa con cierta frecuencia? Pues claro; si no, ¿en qué consistiría esa incorrección política?
Yo soy un entusiasta de “Joglars” desde hace muchos años y creo que cualquier persona relacionada con el teatro, si no lo es, al menos tendrá que respetar semejante trayectoria. En un universo artístico cada vez más acomodaticio y vulgar, las cosas que hacen estos señores siempre muestran un rigor y una calidad fuera de lo común. Incluso en sus logros menos brillantes. Nuestras carteleras están repletas de refritos papanatas de musicales antañones, de chocarrerías domésticas de baja calidad, de “versiones” descabelladas de algún clásico que otro tratado a puntapiés. Así que lo de Joglars me parece estupendo.
Cosa distinta es que uno coincida con las opiniones del insigne bufón sobre asuntos tan dispares como los que él recorre en este último libro. Por ejemplo, a mi Federico Jiménez los Santos me parece un perfecto gilipollas y no me hace ninguna gracia. Tampoco me parece afortunada la iniciativa “Ciudadanos”, y menos aún su progresivo deslizamiento hacia una derecha recalcitrante.
En cambio, comprendo la irritación de Albert ante el provincianismo casposo y agresivo que ha invadido los distintos nacionalismos y regionalismos asentados en el famoso “Estado de las Autonomías”. Me fastidia en particular lo de Cataluña, porque, cuando yo era joven, de Cataluña aprendí muchas cosas, a través, en particular de mi amistad entrañable con Pep Montanyes y, de rebote por el conocimiento de Ricard Salvat y Maria Aurelia Capmany. Mi cuarto de sangre catalana se recalienta viendo los disparates que acometen los poderes públicos de aquel hermoso País. Sobre todo me parece incomprensible que la izquierda catalana incurra en ellos, tanto como lo hicieron Pujol y su cuadrilla.
Del libro me hace mucha gracia perlada de amargura el relato de las mezquindades (que ya conocía) surgidas en la compañía de Boadella, porque de ese paño tengo yo un sayo. Ya conocía, digo, la historia, por relato verbal de su propio protagonista y por sus excelentes “Memorias de un bufón”, equiparables en calidad a “El rapto de Talía”. Y me conmueve la parte tierna de los “amores” en él relatados.
No me dedico a la crítica de libros, así que no voy a molestarme en recomendar o no la lectura de éste. Sólo quiero manifestar mi simpatía por el autor y mi admiración por su arte.

sábado, 8 de diciembre de 2007

EL GRADO CERO DE LA POLÍTICA



Acabo de enterarme por la prensa de que unos estrategas que, por lo visto, hay en La Moncloa están realizando propuestas de moderación, tranquilidad, seguridad, serenidad y otros sugestivos conceptos, con vistas a ganar las próximas Elecciones Generales.
Estos mismos genios pretenden capturar el voto de las personas sin ideología, lo que me parece un interesante hallazgo, ya que la definición puede alcanzar aproximadamente a un ochenta por ciento del electorado. Está claro que si el ochenta por ciento del electorado vota a un partido, ese partido ganará de goleada. Parece el invento aquel de los guardias de la zarzuela (La Verbena de la Paloma, no el Palacio Presidencial).
Paréntesis: ¿y los sabios que había fichado Zapatero, qué pintan en todo esto? ¿No iban a ser unos cuantos Nóbeles los que orientasen las líneas políticas de la nueva etapa socialista? ¿En qué quedamos?
Seguimos en la frenética búsqueda del centro, pese a que nadie sepa con exactitud que es eso del centro. Por lo que logro desentrañar de las originales propuestas de los brujos monclovitas, el centro debe de ser una especie de nirvana, dentro del cual no existen pasiones, deseos ni dolores; una situación larvaria en la que podemos permanecer sin inquietud ni padecimiento los mortales que tuviéramos la ventura de acceder a semejante estado de perfección.
Pues no me interesa.
Me recuerda demasiado antiguos lemas jesuíticos, como aquello de “en tiempo de aflicción no hacer mudanza”. Además, me parece extraordinariamente aburrido.
Supongo que un elector, como cualquier bicho viviente, necesita que le propongan algo estimulante que apoyar, o reclama algo detestable que rechazar. ¿O es que nos estamos convirtiendo en una deprimente partida de zombis?
La creciente abulia política de los ciudadanos no va a ser combatida mediante fórmulas tan timoratas y, sobre todo, tan faltas de definición. No se trata de que nadie se tire al monte, pero sí de que las posiciones políticas queden precisas y diferenciadas. Zapatero llegó al poder precisamente porque tomó en su día decisiones valientes y arriesgadas, dentro, eso sí, de una extraordinaria suavidad en las formas. ¿O es que ya nos hemos olvidado de eso?
Incluso la decisión de intentar la vía de la paz mediante el diálogo fue una determinación firme y precisa, con independencia de sus resultados.
Espero que el buen criterio del Presidente desoiga consejos tan desafortunados, en mi opinión, y logre marcar con propuestas claras de progreso esta incipiente campaña.
Colofón: con todos los respetos debidos a los no ideologizados, digo que también los aún ligeramente ideologizados tenemos nuestros derechos. ¿O no?

jueves, 6 de diciembre de 2007

LEEN PERO NO PRENUNCIAN




“Tout les mots sont en danger de devenir synonymes”
Jean Paulhan


¿Y qué esperábamos? Nuestros estudiantes no entienden lo que leen. ¡Vaya novedad! Caso bien distinto es el de los españoles restantes, que, como no leen, no necesitan entender lo que en un caso hipotético leerían.
Nuestras autoridades educativas de ayer y de hoy han proclamado a voz en grito que era imprescindible lograr el acceso a internet para todos los escolares, incluso para los más pequeñitos. Objetivo que me parecería de perlas, siempre y cuando no se obviase otro mucho más humilde: que los escolares ésos aprendiesen a leer.
El problema de los estudiantes ágrafos no se puede limitar a los niveles primarios y secundarios, porque en todas partes cuecen habas. Este que suscribe se encontró varias veces (hace ya años) en la incómoda situación de formar parte de los tribunales que aceptan o recusan candidatos a profesor de enseñanza secundaria. Concretamente en la disciplina de Lengua Española y Literatura (creo que seguirá llamándose así). En alguna de estas ocasiones, algunos atónitos miembros del tribunal pudimos constatar que un elevado porcentaje de los examinandos, todos ellos licenciados universitarios, no habían leído “El Quijote” ni “La Celestina”, y escribían sobre el tema correspondiente a partir de unos apuntes de academia perfectamente identificables. Y, si ahí quedara la cosa... Pero es que también se daban casos de aspirantes que la única obra de Baroja que parecían conocer de primera mano era “El árbol de la ciencia”, porque en aquellos momentos resultaba ser la preceptiva en el correspondiente curso del Bachillerato. Idem de lienzo con Valle Inclán y “Luces de Bohemia”.
El anecdotarío es casi inagotable, pero, para muestra, un botón.
En los largos, y generalmente gratos, años en que impartí clases de secundaria di de vez en cuando con muy buenos colegas, obstinados en la tarea de crear hábito de lectura. Solían caracterizarse por partir de la realidad lingüística y social de sus alumnos y no aferrarse a un pasado utópico en el que los nenes salían de la teta para aferrarse directamente como leones a La Divina Comedia. Tampoco se les veía obsesionados con que los escolares de doce años conocieran a fondo los principios de la Gramática Generativa. Creo que les interesaba más que supieran hablar cinco minutos seguidos delante de sus compañeros sin trabucarse y también que fueran capaces de compartir con la clase media hora de lectura en silencio.
Culpar a los docentes y a las consecutivas administraciones educativas de la situación sería, no obstante, muy injusto. Lo cierto es que la educación “formal”, la que imparten escuelas, institutos y universidades, cada día se halla a más leguas de la “informal”, la que filtran los medios de comunicación, los audiovisuales en concreto, o la que circula por el ciberespacio, tanto en la red, como a través de los dichosos teléfonos móviles. Con la diferencia de que la primera de estas educaciones tiene muy poquito prestigio social, frente al desmedido que disfruta la segunda.
Confieso que no dispongo de soluciones prácticas para semejante problemón. Hago lo que todos por estas fechas: lamentarme.

ACOMPAÑISTAS




No sé cómo se accede a estos puestos, pero el trabajo parece bastante bueno. No creo que resulte demasiado fatigoso, porque normalmente se les ve relajados y sonrientes; y tampoco debe de estar mal retribuido, ya que suelen ir bien trajeados y muestran una tez sonrosada y saludable, evidente síntoma de buena alimentación. Si se trata de señoras, pues lo mismo, pero en categorías femeninas, allí donde sea preciso diferenciar; como, por ejemplo, en lo que a peluquería se refiere.
En general gozan de un carácter bonancible, gustan de realizar entre sí comentarios ingeniosos y se palmotean la espalda con frecuencia, o se besan con sus congéneres femeninas al inicio de cada encuentro laboral. Esta gente parece satisfecha, lo que es muy de agradecer, si comparamos este buen clima con otros ambientes de trabajo más crispados.
Otra de las ventajas que gozan es la de trabajar en grupo; rara vez realizan su tarea de forma individual; en el peor de los casos, pueden ir en pareja o en trío; pero lo normal es que se muevan en colectivos más numerosos, que, en casos de gran jerarquía, pueden llegar a la veintena e incluso a la treintena de individuos. Estos grupos suelen estar bastante jerarquizados y los rangos se advierten con facilidad por la distribución física de los elementos, que se distribuyen del centro a la periferia en orden descendente de importancia. ¿por qué uno de ellos es más importante que otro? Eso ya es más difícil de determinar. Por ejemplo, yo he visto una acompañista femenina que estaba clamorosamente buena ocupando un puesto de última fila, en tanto que un tipo cincuentón feo y desabrido se situaba casi en el centro. Sorprendente.
En prácticamente todas las Administraciones parece haber un nutrido Cuerpo de Acompañistas adscritos a una personalidad concreta, o, tal vez, de utilización por distintas personalidades de la misma Administración. Cada vez que el prócer se desplaza a visitar una exposición de camafeos, o a inaugurar la misma plantación de arbolitos raquíticos de todos los años, inmediatamente se moviliza a los conductores de los coches oficiales y a los acompañistas, que siempre parecen hallarse igual de dispuestos y joviales, haya o no previsto piscolabis al finalizar el acto. Ellos acuden de buen grado, porque es su tarea y nada más.
Suelen llegar antes que el prócer o la prócer en pequeñas manadas. Se saludan, se palmotean, se besan... Se quedan por allí, hablando de sus asuntos.
- ¿Ha llegado ya Tarsicio (o Imelda)?
Porque ellos siempre se refieren al prócer por su nombre de pila, pues no faltaría más.
Cuando llega Tarsicio (o Imelda) los acompañistas son brutalmente apartados por los líctores para que el prócer avance con paso decidido al frente de la comitiva y pueda equivocarse a sus anchas, abrazando a un jubilado que pasaba por allí, en vez de al famoso poeta galardonado a quien se ofrecía el merecidísimo homenaje institucional.
Claro que no todos los próceres tienen derecho a comitiva de acompañistas. Eso depende de mando y tronío. Por ejemplo, un concejal de capital de provincia claro que tiene un buen surtido de ellos; en tanto que un mindundi de diputado o senador de filas ya puede irse buscando un pariente desocupado, si es que no se resigna a acudir solo a los escasos actos públicos a que es invitado.
Lamentablemente se están escuchando rumores sobre una posible privatización del servicio, lo que esperamos que no suceda porque entonces sí que se iba a producir verdadera alarma social.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

ESAS DULCES ABUELITAS




Las vemos todas monas y arregladitas, de peluquería reciente, con sus abriguitos de cuello de piel... Seguro que les llevan pasteles a sus nietecitos los domingos, después de misa. No sé si misa de doce, de nueve, o de otra hora; pero, desde luego, de misa.
Luego, en la puerta del Ayuntamiento, o en la de Alcalá, escuchamos sus piadosas y caritativas letanías:
- ¡Zerolo, maricón!
- ¡Zapatero, asesino!
Y otros dicharachos más propios de burdel que de sacristía, emitidos en tono iracundo rayano en la ferocidad.
No parece que su comparecencia en las manifestaciones contra el terrorismo se produzca en alas de su conmiseración por las víctimas; tampoco por el repudio a la violencia; a la vista está que estos seres se manifiestan de forma tan violenta, como les permiten sus capacidades; por el contrario, el sentimiento que parece guiarles a las manifestaciones y concentraciones de diversa índole es una aversión salvaje hacia el Gobierno de España. Una aversión sólo comparable a la que experimentan la banda terrorista ETA y su entorno hacia ese mismo Gobierno.
Que nadie atisbe una actitud machista en este escrito, por haberlo referido en particular a las señoras. Es que eso es lo que más me ha llamado la atención en este momento, y tampoco voy por ahí presumiendo de puntual cronista o analista de la realidad en su conjunto.

sábado, 1 de diciembre de 2007

NAVIDALGIA




Nada, que ya está aquí, que los emporios comerciales y las autoridades municipales han decretado que durante un largo mes andemos sumidos en el síndrome navideño, cuyo principal síntoma es la “navidalgia”, un cuadro complejo, en el que se amontonan las desmedidas ansias por comprar, la irreprimible pulsión por salir a la calle a pelarse de frío, la tendencia a sobrealimentarse en circunstancias no deseadas; particularmente en las llamadas cenas de empresa y afines... Y lo que es más peligroso: el componente psicológico de tiernos y positivos sentimientos hacia la humanidad, o, al menos, una parte de ella, alimentados por la emisión televisiva de los más vomitivos productos seudo – filantrópicos.

Que el perverso espíritu de Ebenezer Scrooge nos guarde de todo mal, porque, lo que es las autoridades, el comercio y los medios de comunicación, no sólo no nos protegerán, sino que se cebaran con nosotros y, más aún, con los más indefensos, que suelen ser los niños; aunque sobre este particular uno llega a albergar serias dudas.
En estas fechas uno llega a ser testigo de fenómenos verdaderamente perversos, como, por ejemplo, la organización de una nevada artificial en Málaga, por aquello de las navidades blancas, que son un evidente producto de importación con fines comerciales. Mucha imaginación hay que echarle para suponer que en el Belén natal de Jesucristo cayera un mísero copo de nieve; tanta como la necesaria para pensar en un diciembre nevado en Buenos Aires o en Santiago de Chile. Cierto que para justificar circunstancias climáticas tan imaginativas, siempre nos quedará el primo de Rajoy, pero aún así.

La verdad es que, desde mi perspectiva agnóstica (o atea, no estoy seguro), casi prefería las viejas navidades católicas, con su Belén, su pandereta y sus corralitos de pavos vivos y puestos de musgo y corcho en la Plaza Mayor de Madrid. Al menos, me parecían menos agresivas y más candorosas.