viernes, 28 de septiembre de 2012
RECUERDOS DEL NACIONALISMO
Cuando yo era niño y algo menos niño todos éramos nacionalistas.
Ser nacionalista implicaba pensar que nosotros (los españoles) éramos más cojonudos, más valientes, más picaros y más de todo, que el resto de la humanidad.
Eso cuajaba en canciones, en artículos de prensa, en manifestaciones “espontáneas” y hasta en chistes: “van un francés, un americano, un inglés y un español…” Para mondarse de risa.
Ese nacionalismo necesitaba de una retórica y, sobre todo, de un caudillo capaz de manejarse con la retórica. A nuestro caudillo bajito, ridículo y, por desdicha, sanguinario, la retórica se la regaló la Falange, organización poblada a la vez de ilusos y de aprovechateguis. Le vino de perlas.
También hacían falta banderas, tres a falta de una. Sin banderas ningún nacionalismo va a ninguna parte.
A don Juan March y otros lo del nacionalismo les vino también de maravilla. Y a los estraperlistas y a los enchufados del movimiento.
Dentro del mogollón nacional, mi abuelo se empeñaba en celebrar reuniones “clandestinas” en casa para poder hablar en catalán, de música y de literatura sobre todo. A mi me enviaban periódicamente a comer a casa de una distinguida familia catalana en plan de inmersión lingüística.
Creo que éstas y otras circunstancias me quitaron bastante las ganas de “morir besando la sagrada bandera”.
Cuando salimos de aquello del nacionalismo épico creo que respiré aliviado y decidí que nunca más me fiaría de ningún nacionalismo. Y en ello sigo.
sábado, 22 de septiembre de 2012
EL WERTEDERO
Lo que sucede es que este prohombre de la cultura anda algo atrasado de noticias y no ha caído en la cuenta de lo avanzadas que están la genética y ciencias afines. Tampoco se ha empapado de la antigua doctrina de la predestinación, que tanto fruto propició a los “Monsieurs de Port Royal” y jansenistas menos ilustres.
El plan de controlar a los escolares con reválidas a partir de la educación infantil, pasando por la ESO y el Bachillerato no es malo, pero se puede mejorar muchísimo y también abaratar sus costes, ya que estamos en lo de ahorrar a toda costa. Lo suyo sería que, recién nacido el futuro educando, se procediera a un inmediato análisis de su ADN, una rigurosa inspección de su genoma. La comisión de especialistas recomendados por el CSIC, con “Nihil Obstat” de la Conferencia Episcopal, podría emitir dictámenes desde ya:
- El mono éste va a ser más bien corto de entendederas, así que al peonazgo no cualificado.
- Pues mira, esta otra cosilla va a tener un talento fabuloso, va a ser lo que se dice una Montoro, o una Cospedala.
- Pues que acceda al supremo saber, si es que su familia es capaz de costearlo.
- Esto… ¡Uy esto! ¡Menudo petate!
- Pues… ¡Al wertedero!
Los obispos no pondrían ninguna pega, porque nacer, nacería todo el mundo, nada de aborto. Lo que luego pasara con el neonato ya sería cosa suya.
Respecto al curriculum escolar, también me parece que se puede mejorar el proyecto. El quid de la cuestión son las materias “instrumentales”, tal que la informática y el inglés. Hay demasiada asignatura inútil. ¡Mira que aprender literatura, música o artes plásticas a estas alturas!
La propuesta razonable, el auténtico nudo gordiano, sería reducir todo el programa escolar en todos los niveles a una sola materia: INFORMÁTICA EN INGLÉS.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
CON LA MÚSICA A OTRA PARTE
Cualquier burro sabe, y, por consiguiente, Ana Botella tiene que saber, que la música es innecesaria, si no dañina, para las personas y las sociedades.
Casi seguro que Mozart murió joven por haber abusado de la música. Chopin acabó tísico perdido por la misma causa, así como Beethoven finalizó sus días sordo como una tapia. Podíamos poner muchos más ejemplos que demuestran cómo la música es completamente nociva y, desde luego, inútil de todo punto.
Sólo los ricos o muy ricos pueden permitirse el vicio de la música; pero, aún así, con grave riesgo para su salud física y mental. Tal fue el caso de Luis II de Baviera, que se arriesgó a tener en casa a Wagner, audacia que trajo consigo la demencia del infeliz monarca.
Nadie ha ganado unas oposiciones a notarías ni a registros de la propiedad a base de entonar ante el tribunal un aria de zarzuela o una canción de Julio Iglesias. Qué bobada.
Sólo a un reconocido ignorante, como Alcuino de York se le ocurre incluir dentro del curriculum de la Escuela de Aquisgrán el “Quadrivium”, revolviendo la inoperante música con asignaturas en verdad importantes, tal que la matemática, la geometría y la astronomía.
Ana Botella y su mariachi han superado, por fortuna, todas esas erráticas antiguallas y han puesto las cosas en su sitio: a la porra las escuelas municipales de música; el que quiera perder el tiempo con una viola o un piano, que se lo pague. Aquí no estamos para vicios.
Por otra parte, la lucha contra la mendicidad callejera debe incluir la eliminación de músicos en el metro y otros espacios públicos. Si evitamos que un montón de jovenzuelos se crean diestros en tañer la guitarra, el acordeón o cualquier otro instrumento, habremos conjurado el riesgo de que se lancen a la calle para contaminar acústica y visualmente un espacio urbano generalmente impoluto.
Así que, chavales, con la música a otra parte.
jueves, 13 de septiembre de 2012
¡SO…COMUNISTA!
Eran tiempos de miseria y miedo. Posguerra, bloqueo, racionamiento, gazuza. Normalmente uno prefiere no acordarse, pero hay quien de vez en cuando se empeña en recordártelo.
Hombre, cuando se es un chaval, acaba pareciéndote natural todo, o casi todo y, por añadidura, procuras guardar las cosas más agradables, como la merienda de pan con chocolate o las series radiofónicas de José Mallorquí. En cambio hay otras, que mejor sumir en el pozo del olvido.
Algunos insultos usuales en aquellos tiempos eran “piojoso”, “muerto de hambre”, “tiñoso”, “hijo de un pobre”. También “rojo” y “comunista”. Y es que había piojos (verdes, en particular), gazuza a raudales (ver “Carpanta”), tiña y pobreza, mucha pobreza. La Doña Rosa de “La Colmena”, cuando quería insultar a sus empleados y clientes solía llamarles “rojos”. Y eso que ya no quedaban rojos ni comunistas visibles, porque, o se los había cargado Franco, o estaban en chirona, o habían tenido que tomar las de Villadiego para evitar el fusilamiento o la cárcel.
Yo pensaba que lo de “comunista” como insulto ya había pasado a la historia, pero se ve que no. La muy dicharachera Presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, le espetó a Gregorio Gordo el infamante calificativo (en su extraviado criterio) y se quedó tan ancha. Lástima que Gregorio, que es demasiado bueno y hasta candoroso, no le siguiera la cuchufleta sino que le saliera en plan serio. La señora ésa no merecía tanto respeto.
Parece bastante claro el mundo en que viven ella y sus compañeros de filas. Lo de demonizar el comunismo fue uno de los miserables tópicos del franquismo, y parece que funcionó perfectamente. Al menos, funcionó para los herederos de la dictadura.
Lástima que Gregorio Gordo no echara mano a insultos coetáneos, porque la podía haber motejado de “tonta del bote”, “pelanas”, “señorita del pan pringao”, “tonta de la pandereta”… Está claro que los comunistas son mucho más educados que la tía faltona de la Aguirre; porque, si no, podía haberle replicado llamándola tuercebotas, berzotas, cantamañanas, botarate, chisgarabís, cantamañanas, carcamal, ceporra, cercopiteca, chalá, energúmena, espantajo, fanfarrona, filibustera, ganapán, gafotas… Eso sí que son insultos, y no lo de comunista.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
BANDERAS Y BANDERILLAS
Siempre he preferido las banderillas a las banderas. Las de anchoa, guindilla y aceitunita, sin hacer de menos a las de pimiento picante y huevo de codorniz. Me gustan, confieso mi debilidad por las banderillas.
En cambio las banderas pueden traerte complicaciones, porque, además, siempre hay algún espabilado dispuesto a esconder sus intereses más o menos mezquinos bajo los pliegues de una bandera. Creo que a eso le llaman patriotismo, otra palabra con carga explosiva. A mi me tocó jurar bandera, ceremonia consistente en aguantar horas bajo un sol de justicia con la bayoneta calada y jurando en arameo. Claro que esos juramentos no tenían nada que ver con la jura de bandera, sino más bien con cariñosos recuerdos para la progenie del mando en general. Lo único bueno es que después del show te solían dar un permisillo para que te olvidases de la bandera y de todas sus castas.
No recuerdo bien si las banderillas del permiso me las zampé en La Ferroviaria de Valladolid, o en el Urricelki de Pamplona, pero sé que estaban riquísimas.
En realidad la única bandera que me motiva algo es la bandera pirata, pero eso es sólo en el cine, porque los piratas de verdad, de los que disponemos en cantidad por estos pagos: especuladores, defraudadores y mamones de similar especie no me inspiran ninguna simpatía.
Bajo pretexto de patrias y banderas siempre se ha conducido a una masa de desdichados a morir o a matar a sus semejantes. Otras veces una bandera sirve para jorobar a los que no pueden acogerse bajo su benéfica sombra. En conjunto, se trata de unos trapos sumamente manipulables por la vía emocional, de modo que no conviene fiarse demasiado.
Eso no tiene nada que ver con el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que es muy razonable; sobre todo cuando quede claro qué es eso de “los pueblos” y cuál es el alcance del término. En lo que a mi respecta, prefiero a León Felipe: “Que sean todos los pueblos / y todos los huertos, nuestros”. Debo de andar aún infectado de internacionalismo por culpa de Trotski y otras malas lecturas, así que no pretendo que nadie comparta ese punto de vista.
Con estas cosas de la Diada, el 12 de Octubre y demás manifestaciones de patriotismo banderizo me pasa como a Brassens: “La musique qui marche au pas, celà ne me regarde pas”. La verdad, lo siento.
Se me olvidaba que estos eventos de bandera suelen servir para plantarle al contrario un par de banderillas de las malas, las de los toros.
martes, 11 de septiembre de 2012
MALLORIA HARZOLUTA
¿Y a ellos qué más les da? ¡Pero si tienen malloria harzoluta! En su criterio ése es el dato. La gente de la calle se puede poner como quiera, la oposición puede bramar (que, por cierto, la del PSOE no lo hace y más les valdría). Pero es que un bárbaro con malloria harzoluta puede hacer lo que le salga de los cataplines. O eso parece.
Parece que la tengo tomada con el ministro Gurb, o Burp, o Prrrut, o como se llame, pero es que este sujeto no hace absolutamente nada a favor de la Educación, aparente obligación de un ministro de esa cosa. Por el contrario, parece decidido a cargársela. Nadie con tres dedos de frente compartiría con el zoquete en cuestión que acumular alumnos en las aulas, disminuir drásticamente el número de profesores, encarecer la enseñanza y reducir los recursos de los centros puede ser el camino para lograr una mejora educativa. Para hallar en la historia un caso parangonable, hay que remontarse a tiempos del finado dictador, con el nombramiento por equivocación de aquel famoso Julio Rodríguez. Pero ése lo hacía fatal, aunque seguramente con buena intención; sin embargo el actual ceporro educativo parece que lo hace a mala leche y con recochineo.
Pues no, está claro que no desentona en la cuadrilla de las “mallorias harzolutas”, como la de la impresentable Aguirre, la dolorosa Dolores y toda esta panda de malintencionados analfabetos. Lo malo es que, al paso que llevan esto de la educación, de aquí a pocos años todo el mundo escribirá así: malloria harzoluta.
Añado e insisto: no se va a cargar sólo la educación pública, sino toda la educación. Probado está que las patronales de la privada aprovechan de mil maravillas cualquier apretón de tuercas en la pública para sumarse a la fiesta. ¡Ancha es Castilla!
Mañana este catedrático jubilado se sumará a las protestas que va a haber en el instituto de su pueblo.
domingo, 9 de septiembre de 2012
SALOON
El saloon de las películas del oeste es el mejor exponente de un mundo caótico, donde sólo impera la ley de la fuerza, donde no hay lugar para débiles y pusilánimes. En esos míticos locales se desarrollan las más atractivas peleas a puñetazos y los más brillantes duelos a tiro limpio. ¿A quién no le gustaría tener un establecimiento tan sugestivo y ameno en las proximidades de su casa? Juego, chicas complacientes, alcohol a raudales, dinero fácil pasando de mano en mano…
Por añadidura, el saloon es un pingüe negocio que genera importantes beneficios para sus propietarios y para el conjunto de la comunidad. Crea muchísimos puestos de trabajo de la más variada índole:
Croupier de diferentes niveles
Bailarina con honores de suripanta
Suripanta con honores de bailarina
Chulo, cafiso, maquereau…
Jugador pendenciero
Jugador desplumado por primo
Matón de sala
Matón de puertas
Borrachín de mesa
Borrachín de barra
Sherif vivo
Sherif muerto
Y un largo etcétera.
Pero sobre todo y ante todo está la figura grandiosa de la madama o copropietaria de la casa, un papel que cualquier dama con algo de imaginación e iniciativa desearía desempeñar. Junto a ella, el copropietario mafioso, individuo poderosísimo y de antecedentes normalmente oscuros (o demasiado claros). ¡Vaya parejita!
De ahí mi extrañeza ante las actitudes histéricas e insolidarias de quienes se oponen a la instauración de un macro-saloon polivalente en la Comunidad de Madrid.
¿Es que no ven a la Señora Presidenta en el fastuoso y brillantísimo papel de la madama? ¿No les parece bastante Mr. Adelson para desempeñar airosamente el rol de copropietario mafioso? Pues a ellos les hace ilusión y lo ven francamente atractivo, así que no se entiende que haya gente emperrada en quitarles el capricho.
sábado, 8 de septiembre de 2012
DUDAS BILINGÜES
Comprendo que me estoy poniendo algo pesado con esto de la enseñanza bilingüe, pero es que soy algo testarudo, sobre todo, cuando algo suscita en mi la perplejidad. A decir verdad, en los tiempos que corren uno anda casi siempre perplejo, incluso atónito; vamos, sumido en la entropía.
En torno a la carrera hacia el bilingüismo emprendida por las autoridades educativas, me surgen algunas preguntas, que me gustaría exponer al público ilustrado o experto en la materia. Por ejemplo:
¿Qué serán capaces de hacer con su adquirido don de lenguas los jovencitos que hayan resultado beneficiarios de este tipo de enseñanzas? ¿Qué tipo de destrezas comunicativas habrán adquirido?
De momento, parece que los sabios han elaborado una tabla en la que se ordenan muy meticulosamente las materias susceptibles de ser impartidas en inglés, comenzando por las más facilitas (un malicioso traduciría “menos importantes”), cuales sean las disciplinas artísticas, como Música y Plástica, la Educación Física y otras “marías” (¿?). pero también se pueden incluir en un segundo nivel asignaturas como Historia (Incluso de España), Ciencias de la Naturaleza y un etcétera bastante amplio. Por ahora parece que se libra la Lengua Española, pero todo se andará.
La cuestión es si los educandos acabarán sabiendo mucho o poco en una u otra lengua, o, por el contrario, saldrán peces, pero peces bilingües.
Y, pasando directamente a la cuestión del inglés, que es la materia dominante en el ambicioso plan, uno se pregunta:
¿Un alumno que haya pasado por estas enseñanzas será capaz de leer en su lengua original, no digo a Shakespeare, sino, por ejemplo a Jack London, o a Mark Twain, o, ya poniéndolo muy baratito, a la señora K. Rowling, mamá del espantoso niño Harry Potter? Todavía más dudoso: ¿estará interesado en estas lecturas, acabará motivado para disfrutar de libros en su versión original?
Ya digo que son dudas, así que me gustaría que alguien me proporcionase alguna respuesta.
viernes, 7 de septiembre de 2012
HABLA LA LENGUA DEL IMPERIO
Hay que hablar la Lengua del Imperio. Franco ya lo dijo y se lo pasó por los morros a todos los parlantes de lenguas que no fueran la de su quimérico imperio. Otra de sus dañinas fantasmadas, porque aquí lo único que imperaba era la gazuza con la represión. Era un imperio de mentirijillas, de coña.
Ahora dicen que es preciso hablar la lengua de un verdadero imperio. Si no se habla inglés, ni se trabaja, ni se manda, ni casi se existe. Nuestros políticos han sufrido en propia carne la humillación de no hablar ni papa de esa lengua, dando pábulo a toda clase de befas y pitorreos por parte del respetable público, que, por cierto, tampoco suele hablar más que su propio idioma y no demasiado correctamente.
Aquí se ha perdido mucho tiempo estudiando latín, lengua muerta y enterrada, que ni siquiera vale para vender aspiradoras, ni para intervenir en videoconferencias. Virgilio y Catulo jamás escribieron tratados de autoayuda; anduvieron haciendo el ganso con sus versitos de m. Una lástima.
Menos mal que, espoleados por su propio sufrimiento lingüístico y habiendo comprobado que tampoco sus súbditos manejaban el mágico talismán de la lengua anglosajona más o menos pervertida de los que cortan el bacalao, decidieron adoptar medidas heroicas de inmediato. Costara lo que costara.
Y vaya si costó. El bilingüismo en la enseñanza (evitemos el comprometido término “educación”) fue implantado a toda prisa, a trompa y talego, diría un castizo, por los consecutivos Gobiernos sin reparar en gastos ni en daños colaterales.
Si la cruzada se cargaba otras enseñanzas de menor importancia, qué le iban a hacer ellos. Si había que llevarse por delante a profesores de otras insignificantes materias, incluso mediante la contratación de alienígenas “low cost” (en inglés, para que no se diga), adelante con los faroles.
Mientras tanto, se reducía drásticamente el gasto de educación en general, se ponía a la enseñanza a niveles de los años cincuenta, con acumulación de alumnos por aula, reducción drástica del profesorado, racaneo absoluto en los presupuestos ordinarios de los centros docentes. Pero todos bilingües, o bífidos o algo similar.
A lo mejor hubiera bastado con fortalecer y hacer más prácticas las lenguas extranjeras en la enseñanza, porque la verdad es que no resultaban demasiado eficaces por razones que no hacen al caso, pero hubiera resultado menos pintón y casi no habría creado problemas organizativos y curriculares. Así que tiraron por la calle de en medio y se fueron a explicarlo por el mundo con ayuda de intérprete, porque a ellos se ve que les había llegado tarde.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
QUE NO SE MUERA
Creo que a Esperanza Aguirre le ha sentado fatal que alguien entre el distinguido público la invitara a morirse: “¡Esperanza, muérete!”. Lo mismo podían haberle dicho que se multiplicase por cero, a la manera de Bart Simpson; o bien que se comprase un kilo de niebla y se perdiera dentro. No sé si le habría sentado tan mal, pero en el fondo venía a significar lo mismo. Normalmente estas expresiones no son literales, sino más bien metafóricas. Se emplean cuando alguien nos resulta molesto o gravoso, pero en ningún caso poseen el valor de conjuro o sortilegio. De hecho, nadie ha caído fulminado en cuanto le han soltado a la cara un dicharacho tal que los mentados.
Personalmente desearía que esperanza Aguirre desapareciera de la escena política, porque me resulta muy desagradable y su gestión no me convence en absoluto, pero no deseo que se muera. ¡Pobrecilla! Que siga viva y juegue al golf, o que haga ganchillo, o que se dedique a la doma de pulgas; por mi, como si se ducha. Pero la política que la deje y que no fastidie más con la Telemadrid ésa, que no hay quien la aguante.
Esa buena señora se lo ha tomado al pie de la letra y hasta ha pedido la intervención de la fiscalía, lo que francamente suena a cachondeo. Cierto que su especialidad es cachondearse de la ciudadanía en general, así que no tiene mucho de nuevo.
Por otra parte, como buena cristiana que es, tal vez debiera tomarse el dicterio en plan “memento mori”, o acordarse de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, o visualizar los cuadros de Valdés Leal (“In ictu oculi”, por ejemplo), pero se ve que carece de sentido ascético, o que nunca ha hecho los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. El hecho es que la condición de Presidenta de Comunidad Autónoma no comporta la inmortalidad, así que no era para tanto.
Pues nada, lo dicho, que no se muera hasta que le llegue la cosa del Dies irae, pero que deje de fastidiar.
martes, 4 de septiembre de 2012
LA FÓRMULA WERT
Un sagaz y competentísimo ingeniero comprobó que la fábrica no iba bien y que la producción salía carísima y, ocasionalmente, defectuosa. Era preciso adoptar decisiones de inmediato, porque, además, la dirección de la empresa le apremiaba a ser más ahorrativo y a mejorar el rendimiento. Entonces llamó al veterano jefe de talleres:
- Mire, Martínez: como hay que salir de este atolladero, las piezas que hemos estado fabricando en acero, las haremos de calamina de ahora en adelante. Como medida complementaria, haremos mucho más rigurosos y frecuentes los controles de resistencia de material.
- Pero, oiga: es que entonces las piezas se chascarán, quiero decir que se joderán una tras otra.
- Ah, eso sí, pero la que aguante será una pieza asombrosa, fascinante, de puta madre.
Llegó la audaz experiencia a los oídos de cierto ministro con nombre de onomatopeya (Werk, Wargh, Broghs o Wert, o algo por el estilo) y quedó impresionadísimo.
- ¡Está claro! Suprimiremos profesores, eliminaremos asignaturas, aumentaremos el número de alumnos por aula, limitaremos recursos a los centros, bajaremos sueldos, incrementaremos horarios y, sobre todo, pondremos controles, reválidas por doquier. ¡Qué cosas se me ocurren!
Es que era muy imaginativo: se empeora la enseñanza y se controla más, a ver qué pasa.
Personalmente discrepo de quienes dicen que ese ministro onomatopéyico se va a cargar la educación pública: se va a cargar la educación en general. Incluso la buena educación, porque nos pone a todos al borde de la blasfemia.
Pasando a otro tema afín: los tipos esos que quieren cobrarles tres euros a los chavales que llevan la tartera, porque no pueden pagar el comedor escolar, son despreciables, unos perfectos mierdas, y no quito ni una letra.
lunes, 3 de septiembre de 2012
CRITERIOS EMPRESARIALES
Numerosos expertos en economía y finanzas, todos ellos afamadísimos y rigurosamente extranjeros coinciden o deberían de coincidir en que toda empresa tiene o tendría que funcionar estupendamente, como la seda. Pero para que eso suceda es o sería imprescindible adoptar criterios inteligentes, operativos y en una palabra, óptimos, pistonudos.
Les costó lo suyo dar en la tecla, tuvieron que devanarse los sesos hasta la extenuación, pero al final sacaron en limpio varias recetas mágicas y las dejaron escritas en una servilleta del bar. Luego se fueron a otro bar haciendo eses y entonando canciones populares con voces destempladas. He conseguido descifrar algo de lo escrito en aquella memorable reunión con algo de dificultad, porque las manchas de Cariñena complicaron bastante la operación. Voilà:
Es fundamental no invertir un céntimo en la empresa. Si es que tiene que producir, ya producirá y, si no, qué le vamos a hacer.
El personal ha de sentirse francamente a disgusto. Se rebajarán los salarios al límite, las condiciones de trabajo tienen que ser lo más incómodas y abusivas que se pueda. Fundamental: fomentemos la inestabilidad se los puestos de trabajo, ningún operario debe sentirse seguro en su situación laboral.
Es sabido que todos los currantes son vagos, dispendiosos e ineficaces. Preciso es restregarles por los morros esta vil condición con machacona persistencia. Si la empresa no funciona, que quede claro que es por culpa de ellos.
Nada de formación, que luego se vician. Si se las quieren dar de sabihondos, que se paguen cursos, si es que les llega.
Está probado que la salud no mejora la buena marcha del negocio. Si uno de éstos se pone malo, pues no se le paga y listo. Oye, que se pague el médico y las medicinas, pero que no venga fastidiando. Si encima es extranjero, pues peor me lo pones. A su país, que hay mucho turismo sanitario.
En lo demás se estará a lo que manden los mercados.
Mira: ¿y si estos fenomenales hallazgos los aplicamos a la gestión del Estado? ¿Vaya idea, eh?
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